¿Y… qué fue del efecto 2000? Créeme, mi buena miga, que a veces, muchas veces, pienso que el hombre o mujer de esta época a la que llaman “postmoderna” no es ni tan sabio, ni tan culto, ni tan bien formado, como algunos nos lo presentan. Y es que… bien sabes cuanto y cuanto “barullo” se vino liando desde meses antes del final de año de 1999. Hubo quienes difundíeron que se acercaba el fin de esta civilización por medio de grandes cataclismos, de choques de satélites, estrellas… Otros muchos que eso del “efecto 2000” haría romper todos los sistemas informáticos, influyendo en los cortes de la energía eléctrica produciéndo grandes caos en la circulación, en las viviendas, en los hospitales… y que todo ello dejaba como “un campo abonado” para el robo, el pillaje. Hubo quienes como queriendose evadir de todo esto, habían contratado, a precios impensables, la estancia en un hotel en los más “snobistas rincones de la tierra” para el paso del 3l diciembre al 1 de enero de 2000. También quienes repiteron esta experiencia valiendose de los distintos horarios en distintatas latitudes de nuestro planeta azul. Todos esos voceros o propagandistas o bien eran pseudoprofetas o estafadores refinados.
Más, nada de nada ocurrió. Llegó enero de 2000 que no dejaba de ser la repetición del igual mes del año anterior, o del otro, u otro anterior. Posiblemente, muchos de los habitantes de aquí hasta sufrieron de desencanto al no haber experimentado en sus propias carnes ninguna de las profecías bien de catástrofe, bien de un especial elixir de felicidad. Hasta los medios de comunicación nos hablaban de casi una plaga de hombres con depresión por el síndrome “fin de navidad, fin de año”.
Hoy los hombres parecen que viven como “desencantados” y necesitados de acontecimientos, diría yo que, fuertes para salir de esa vida de rutina en la que se han encerrado. No parece que los aconteceres diarios que, por cierto siempre son distintos a los del día anterior, les llame lo más mínimo la atención.
No somos capaces de gozar y asombrarnos con la puntualidad con la que el sol nos hace amanecer día tras día. Con esa hora tan especial y marcada de una especial intriga y belleza como es las 12 del mediodía. Con ese atardecer, a veces bucólico, a veces repleto de luces fuertes que se adivinan a lo lejos. Con esas noches repletas de estrellas que con sólo su luz son capaces de guiar a cualquier peregrino perdido allá en lo más desierto. O con esas noches en las que parece que la luna se burla de nosotros al irse escondiéndo y más tarde apareciendo por entre las nubes que cubren el cielo.
No se vive “a tope” y con gozo nuestro sentido institivo de ser religioso. De seres que poseemos “la religo”. Estamos, queramos o no, “enganchados” como si de un cordón umbilical se tratase a nuestro Creador.
Por todo esto yo gozo tanto, y recomiendo a mis hermanos los hombres a los que tanto amo que también lo digan, diciendo con el salmista: ¡Señor Dios nuestro qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. (8). “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el orbe y todos sus habitantes” (24,1). “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temerá? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me amedrentará? (27,1).”Espero gozzar de la dicha del Señor en el país de la vida” (27,13), porque “sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré”. (61).
Hasta otro día,
No somos capaces de gozar y asombrarnos con la puntualidad con la que el sol nos hace amanecer día tras día. Con esa hora tan especial y marcada de una especial intriga y belleza como es las 12 del mediodía. Con ese atardecer, a veces bucólico, a veces repleto de luces fuertes que se adivinan a lo lejos. Con esas noches repletas de estrellas que con sólo su luz son capaces de guiar a cualquier peregrino perdido allá en lo más desierto. O con esas noches en las que parece que la luna se burla de nosotros al irse escondiéndo y más tarde apareciendo por entre las nubes que cubren el cielo.
No se vive “a tope” y con gozo nuestro sentido institivo de ser religioso. De seres que poseemos “la religo”. Estamos, queramos o no, “enganchados” como si de un cordón umbilical se tratase a nuestro Creador.
Por todo esto yo gozo tanto, y recomiendo a mis hermanos los hombres a los que tanto amo que también lo digan, diciendo con el salmista: ¡Señor Dios nuestro qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. (8). “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el orbe y todos sus habitantes” (24,1). “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temerá? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me amedrentará? (27,1).”Espero gozzar de la dicha del Señor en el país de la vida” (27,13), porque “sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré”. (61).
Hasta otro día,
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