lunes, 18 de octubre de 2010

Por D. Jose Ignacio Munilla

Santa Cándida María de Jesús: la primera santa guipuzcoana

A partir de hoy, domingo 17 de octubre, el santoral incluye a la primera guipuzcoana que ha llegado a los altares. En total, son cinco los guipuzcoanos canonizados por la Iglesia, cuyas vidas han sido presentadas ante los católicos del mundo entero, para ser veneradas e imitadas: San Ignacio de Loyola (s. XVI), San Martín de la Ascensión (s. XVI), Santo Domingo Ibáñez de Erquicia (s. XVII), San Miguel de Aozaraza (s. XVII) y, a partir de ahora, también Santa Cándida María de Jesús, nacida en 1845 en el caserío de Berrospe, en Andoain.

Santa Cándida María de Jesús, popularmente conocida como la Madre Cándida, es fundadora de las Hijas de Jesús o “Jesuitinas”, una de las numerosas congregaciones religiosas femeninas que surgieron en el siglo XIX, dando respuesta a las carencias y deficiencias existentes en la oferta educativa de aquel momento. Mucho se podría hablar de la gran aportación pedagógica realizada por la vida religiosa en el siglo XIX: normalización del acceso de la mujer a la enseñanza, integración de todas las clases sociales en la misma aula (cuando todavía las clases medias eran minoritarias), sistema de becas para las jóvenes de familias sin recursos, concepción integral de la educación cristiana, etc.

Pero entre todas las fundadoras de órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza en aquel siglo, la Madre Cándida llama especialmente la atención por un detalle: Hasta los 18 años de edad, prácticamente, no hablaba el castellano; e incluso, ¡todavía era analfabeta, cuando a los 24 años de edad, recibió la llamada de Dios para fundar una congregación religiosa dedicada a la educación! ¿Cómo es posible que una joven que no sabía leer ni escribir, pudiera ser elegida para semejante tarea? ¿Nos podemos imaginar la cara que pudo poner su confesor, el jesuita Miguel San José Herranz, al escuchar de labios de la joven semejante “inspiración”? ¿Qué pensaríamos nosotros de alguien que, sin tan siquiera tener el carnet de conducir, nos manifestase que pretende correr en la “Fórmula 1”?... Sin embargo, su director espiritual, conocedor de la “piedra preciosa” que Dios había puesto en sus manos, no la tomó por una fantasiosa, sino que comenzó por pedirle que se liberase dos horas al día de las labores domésticas que realizaba en una casa, para poder enseñarle a leer y a escribir. El propio P. Herranz S.J. tuvo que escuchar no pocos comentarios irónicos: “Pero, hombre, ¡quieres fundar una institución de enseñanza y eliges a una analfabeta!”.

He aquí la lógica de Dios, que ciertamente, no coincide con la nuestra… La santidad necesita de dos piernas para poder “andar”: la humildad y la confianza. “Santo” es aquél que no desea otra cosa que lo que Dios quiera, y en esa perfecta confianza y humildad, se sabe frágil y al mismo tiempo, invencible. Por ello, la Madre Cándida solía repetir con frecuencia: “Sola nada; pero con la gracia de Dios, lo puedo todo”. No es difícil llegar a la conclusión de que este estilo que tiene Dios de hacer las cosas, es una llamada a entender la santidad en la humildad: ¿Es que puede una pluma ufanarse de los versos que su dueño ha escrito con ella?

Llegados a este punto, podríamos seguir relatando cómo llegó a ser una realidad floreciente, aquello que en un primer momento parecía una locura; pero, tal vez, sea preferible retornar a los inicios de su vida, para descubrir así el secreto de esta alma de hierro, tan moldeable como la arcilla misma.

No parece que sea casualidad que las “Jesuitinas” hayan tenido a una guipuzcoana como fundadora: La propia Madre Candida contaba la anécdota de que a sus diez años, cuando pasaba ante la estatua de San Ignacio de Loyola, que sostiene en su mano los Ejercicios Espirituales, solía exclamar: “Santo mío, quiero hacer lo que dice ese libro”.

Quisiera concluir este artículo invitando a reflexionar sobre esa expresión de aquella niña: “¡Santo mío!”… Ciertamente, creo que uno de los dramas de nuestra cultura postmoderna es la carencia de raíces, tradiciones y modelos de referencia, sobre los que edificar los valores de nuestra vida. Sin embargo, cuando conocemos a alguien que consigue ir más lejos que el común de los mortales, nos percatamos de que parte de su secreto está en haberse encaramado sobre los hombros de quienes le han precedido.

Por ello resulta tan importante para todos nosotros la canonización de esta guipuzcoana, ¡nuestra primera santa! Nuestra Iglesia diocesana siente la alegría de haber dado a luz este modelo de santidad, para bien de todo el orbe católico. Pero también sentimos una gran responsabilidad al descubrir que somos herederos de su estela… ¿Quién cogerá su testigo y quién se alzará ahora sobre sus hombros?

lunes, 11 de octubre de 2010

Por Salvador Gonzalez

En tiempo de crisis lo mejor es no hacer mudanza

Me han sugerido que haga algunas reflexiones sobre tema de actualidad para incorporarlas al Blog de la Parroquia, eso haré en la medida de disponibilidad de tiempo e ideas a reflexionar.

Esta primera con un título que no es mío, está sacado de S. Ignacio de Loyola, que como el lector sabrá fue el Fundador Y General de la Compañía Real que Jesús con su nombre distinguió (así comienza el himno de los Jesuitas), es decir, la Compañía de Jesús nacida para servicio de la Iglesia y en concreto del Papa.

Pues bien coincido con él, en esta etapa de crisis en que nos encontramos, y ésta no sólo se vislumbra en lo económico, que quizás sea en lo que más visiblemente se detecta: Aumento excesivo del paro, endeudamiento a todos los niveles, caída de los niveles de bienestar, etc. Sino que también en los valores que siempre han caracterizado a una sociedad sana y con criterios razonables de existencia y funcionalidad, por el contrario hoy se ha adueñado de ella un concepto-idea: El relativismo, de una manera “orquestada y sistemáticamente introducida por superestructuras varias” con un objetivo llevar a ésta a ser fácilmente manipulable hacia los intereses que ellas tienen y a las que de esa manera pretenden que sirvan. Entre ellas por ejemplo, el Poder, para intentar mantenerse como tal, o el Mercado y las Multinacionales, para encontrar consumidores a quien esclavizar con sus productos de consumo.

Este relativismo (que filosóficamente tiene una contradicción interna enorme ya que si todo es relativo, también lo sería esa propia afirmación “de que todo es relativo”, sería como el cártel anuncio que dice “prohibido fijar carteles” con lo que al poner ese cártel se produce la primera vulneración de la información que prohíbe en la práctica, se está poniendo el primer cártel: el de la prohibición), pretende vender que nada hay permanente y estable como valor “que todo es relativo” dependiendo de circunstancias y personas, por lo que valores que siempre se han visto como real y constatado para que la sociedad marchara bien, se han y siguen cuestionado y así por ejemplo el valor de la familia formado por un padre y una madre con su prole tradicionalmente concebida no sólo desde el punto de vista cristiano, que por supuesto, sino desde un punto de vista del derecho natural, hoy parece según este criterio que está siendo introducido como nueva realidad-valor mudable, diversos modelos de familia, así se habla de familia monoparental, heterosexual, homosexual y el modelo sigue abriéndose hacia variables sin-sentidos y podríamos hablar de muchas más realidades que se han relativizado como la que he puesto como ejemplo, es más ese propio derecho natural, que se utilizaba como valor soporte de esas realidades que defender, también ha sido cuestionado y ha saltado por los aires, ejemplo los derechos del nasciturus han sido vulnerados olímpicamente con el aborto libre.

Claro que si analizamos las consecuencias de este relativismo en lo económico por ejemplo, el valor del mercado se ha convertido en la regla que rige la vida del la sociedad, de nuevo un neoliberalismo aparece, que pretende y lo está consiguiendo que prime el dinero como valor y quienes lo utilizan para extender su poder, La Gran Banca o Los Trups empresariales por citar algunos que han hecho doblegar a los gobiernos, haciéndoles cómplices en estas políticas. El Liberalismo económico como teoría no está condenado por la Iglesia, pero su aplicación práctica, su praxis salvaje que lleva a los trabajadores a perder su dignidad como personas y transformarse en mano de obra barata sujeta a las dictaduras de sus contratadores, si lo está, porque para la Iglesia con todos sus defectos ,que los ha tenido y posiblemente los tenga (porque no se olvide está formada y regida por hombres con sus egoísmos, vicios y pecados que todos acarreamos), para ella el hombre y su dignidad está por encima de todo (somos semejantes a Dios), y lo digo no por una mera especulación fruto de una posición personal, sino que ahí están por citar un ejemplo en esta época en que se avecinan pérdidas de derechos en los trabajadores (reforma laboral, aumento años de jubilación…) las encíclicas donde ha salido en defensa de sus derechos: De rerum novarum, Quadragésimo anno, De populorum progresio… donde Papas diversos (León XIII, Júan XXIII..) acometen la defensa de la famosa Justicia Social que la Iglesia ha defendido y defenderá siempre, un poco lo que la J.O.C. (Juventud Obrera Católica) dice: “En pie la Juventud Obrera Jocistas vamos a luchar…..el mundo en ruina nos espera….a luchar por nuestros hermanos en la oficina, la mina o el taller….por la Justicia Social”.

Es decir como conclusión hay que permanecer en los valores tradicionales que siempre se han defendido y no dejarnos llevar por los que tratan de relativizarlos en su beneficio: Volver a la familia como soporte de valores a transmitir, incluso de esa manera la crisis se superara mucho mejor, volver al valor del trabajo como forma de realización digna de la persona, volver a valorar la solidaridad, el ayudar al que lo necesita, volver a defender el derecho a la vida…… porque en definitiva eso es lo que nos sacara del pozo en que estamos, no cambiar lo que no debe ser cambiado. Por tanto no mudemos esos valores y salgamos con fortaleza y sin miedo, venzamos y superemos, lo que viene llamándose “lo políticamente correcto” y en aquellos valores que pretendan cambiarlos, neguémonos a ello y defendamos sin miedo ni vergüenzas, los auténticos valores que son soporte de una vida cristiana correcta y hagamos llegar a la Sociedad cuales son éstos y que no estamos dispuestos a prescindir de ellos, le pese a quien le pese. Amen (Así sea).

Por Isabel Orellana

"Las cosas importantes"

EL VALOR DE UN GESTO

Hace unos días una persona que se disponía a entrar en quirófano acababa de recibir el Sacramento de la Unción. En la recoleta capilla, unos cuántos feligreses postrados ante el Santísimo habían compartido ese íntimo momento. Tras unos instantes de oración, uno de ellos se acercó amablemente llamando por su nombre de pila a la persona desconocida que afrontaría ese instante cuajado de incertidumbre que le aguardaba en el hospital. Poniendo su corazón en las palabras simplemente dijo que oraría por ella con la seguridad de que todo saldría bien. Este gesto de delicadeza, efectuado al pie del Sagrario, era mucho más que un acto de cortesía que nacía de una exquisita sensibilidad. Porque el mensaje que encerraba era nada más y nada menos que la promesa de una invocación al Altísimo, que todo lo puede. Y eso es lo único que anhela una persona de fe, dispuesta a cumplir la voluntad del Padre, particularmente en esos instantes: oración. En ella se encierra toda la esperanza y la fortaleza que precisa. El acreedor de este gesto si duda guardaría para siempre en lo más íntimo de su ser el retazo de ternura que se cruzó en su camino en un momento delicado de su existencia y daría gracias a Dios por ello.

En otro momento y lugar se advierte un impecable folio colocado de forma estratégica y visible. Está dirigido a las muchas personas que podrán leerlo diariamente. Es una invitación formal a sonreír en medio de las dificultades del día a día. Los escenarios diversos que enmarcan la convivencia entre las personas han sido enumerados en el texto con cierta precisión. No falta siquiera el garaje de una vivienda, con su habitual exigencia de equilibrio en el trato humano. Es un acierto. Tener que mover varios vehículos para sacar el propio, encontrarlo fuera de lugar, hallar en él atisbos de rudeza cometidos a la hora de aparcar que lo han dejado señalado, etc., requiere unas altas dosis de paciencia. Es un hecho que no parece proclive al humor. Pero el folio que cualquiera que lo desee se detiene a leer, obstinadamente dice que no se debe sustraer la sonrisa a nadie pase lo que pase. Al lado de esta enriquecedora leyenda, la persona que ha de atender las demandas de los numerosos clientes del establecimiento, no parece tener mucho ánimo para reírse. En un momento dado, alguien al otro lado del mostrador repentinamente se preocupa por su vida y quehacer, se empeña en poner un rasgo de humanidad en la rutina de su trabajo. Y entonces levanta los ojos. Su semblante revela la gratitud y la sorpresa que brota del interior cuando sentimos que lo nuestro importa.

A tenor de lo expuesto, no me resisto a dejar de compartir con ustedes una modesta reflexión. Hay personas que colocan en sus lugares de trabajo leyendas amables que instan al buen trato. Se supone que lo han elegido porque les agrada esa consigna concreta. ¿Para vivirlas ellas en primer lugar?, ¿para que lo hagan otros? Convendría que lo pensaran. Si, como en el ejemplo anterior, se insta a sonreír, y lo que se hace es todo lo contrario, el efecto es devastador al dejar al desnudo la propia debilidad. Todo lo que hacemos, por ínfimo que parezca, tiene sus derivaciones.

Por otro lado, es indudable que la sencillez de un gesto cargado de buenas intenciones es capaz de derribar murallas. Cuando nos cruzamos con personas desconocidas ignoramos las circunstancias que pueden rodearlas. Es una experiencia recíproca porque lo mismo le sucederá a ellas respecto a nosotros. Si hacemos el bien sin pensar en lo que cuesta, quién sabe cuántos sufrimientos y preocupaciones podemos estar paliando. Lo que quiero decir, lo ha sintetizado maravillosamente el Fundador de las Misioneras y Misioneros Identes, Fernando Rielo, en Transfiguraciones: «No te acerques al prójimo con la rutina de siempre. Sorpréndelo. Verás cómo entrega ojos dichosos y, luego, lejos de ti... recitará tu nombre»