domingo, 15 de julio de 2012

Por Isabel Orellana

FIDELIDAD Y RUTINA


La fidelidad, tomada en la segunda acepción que contempla el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) como “Puntualidad, exactitud en la ejecución de algo”, y la rutina que la DRAE define en segundo lugar como “Secuencia invariable de instrucciones que forma parte de un programa y se puede utilizar repetidamente”, están relacionadas. Y en determinadas situaciones, bien orientadas, pueden constituir un baluarte contra esos hábitos que impiden nuestro crecimiento personal y espiritual. Veamos.

Fidelidad y rutina, siempre en los sentidos expuestos, están insertas en la conducta cotidiana. Todos los seres humanos ensartamos nuestro acontecer con pautas que hemos aprendido desde pequeños: hábitos de higiene y comportamientos sociales, por ejemplo, se van completando a medida de que pasan los años con ciertas costumbres y prácticas que en muchos casos pueden dominar a la persona y convertirse en manías. Una de las características de la personalidad del gran filósofo alemán Immanuel Kant era su escrupulosa observancia. Su programa diario estaba sujeto de forma tan estricta que pautas de su regular conducta tuvieron hasta una repercusión social. En efecto. Su puntual paseo que se producía invariablemente a la misma hora le servía a sus vecinos para tener a punto sus relojes. El pensador llegó a un grado de “fidelidad” en esta “rutina” que se había impuesto, que era incapaz de modificarla.

Como todo en esta vida, cuando se sale de los cauces del sentido común, y son las cosas, tendencias, hábitos, costumbres, etc., los que nos dominan, no estamos simplemente ante un síntoma de que algo va mal. Es evidente que acomodarse en la rutina no es bueno. Y si en esa fidelidad, estos es, “regularidad” ante ciertas pautas a las que se ha acostumbrado, alguien percibe una resistencia interna a modificarlas, porque se han anclado en su día a día de forma tan pesada, la “enfermedad” que deteriora el progreso humano y espiritual está en marcha. La rutina destruye el amor humana y espiritualmente. Porque la rutina con este sesgo negativo expuesto no es más que egoísmo, ya que quedarse inmerso en la mera costumbre por intereses particulares, negarse a cambiar es mirarse a uno mismo. Y eso asfixia a cualquiera.

Pero no todo está perdido. Por fortuna, toda persona es mucho más que sus tendencias, sus pensamientos, sus hábitos… Tiene la potestad, porque Dios se la ha concedido al crearla, de ponerse por encima de ellos. Y esta polarización de conceptos, como la fidelidad y la rutina, encierran en sí mismos todo un potencial cuando nos valemos de ellos y los encauzamos debidamente. No es un gesto de astucia, es la determinación a luchar contra todo aquello que minimice nuestra vida. Y podemos conseguirlo con la gracia de Cristo.

Podemos ser regulares, fieles y rutinarios –dicho esto siempre en el sentido expuesto en esta reflexión– en lo que vaya a hacer de nosotros mejores personas, y el abanico de posibilidades es inmenso. Desde la mirada puesta en Dios, al que cada día podemos unirnos con mayor intensidad, pasando por la ruptura de la rutina cuando nos acercamos a las personas con las que convivimos, las que conocemos, y las que pasan por nuestro lado, y la búsqueda incesante de todas las posibilidades que se nos han concedido de crecer en el amor a todos los niveles. Ese es un extraordinario potencial para ser rutinarios y fieles, pero en no ceder al chantaje de nuestras emociones e intereses personales, a no dejarnos engañar por la idea de que si dejamos la puerta abierta a otras costumbres, entonces vamos a perder algo de nuestra hegemonía, etc. Hay “sufrimientos” que nos imponemos nosotros mismos.

A ceder en nuestros hábitos cuando hay otros que se nos presentan que son mejores o que convienen dentro del ámbito convivencial en el que nos movemos, se le llama abnegación, espíritu de sacrificio, capacidad de donación, afán de cubrir a los demás… Por tanto, la idea es aprovechar la tendencia a ser rutinarios y fieles en nuestras personales exigencias, para trocarlos y dirigir esas fidelidades y rutinas a la búsqueda del mayor bien.

martes, 10 de julio de 2012

CAMPAMENTO ALORA, MARTES

"PARA NACER ES NECESARIO MORIR"
Con este lema hemos comenzado el segundo dia de campamento aquí en el Santuario de las Flores, Álora, los chicos de catequesis de infancia y juventud de la parroquia de San Juan y San Andrés de Coín.
Desde esta mañana nos hemos puesto en manos del Señor;

Entre Tus manos está mi vida, Señor.
Entre Tus manos pongo mi existir.

Hay que morir, para vivir.

Entre Tus manos yo confío mi ser Si el grano de trigo no muere, si no muere solo quedará, pero si muere en abundancia dará un fruto eterno que no morirá.

FOTOS DEL MARTES

lunes, 9 de julio de 2012

CAMPAMENTO DE ALORA, LUNES

Hoy lunes hemos comenzado el campamento de jóvenes de nuestra parroquia de San Juan y San Andrés, nuestros chicos ya disfrutan de numerosas actividades, aunando el tiempo de ocio con el de oración para que no olviden que tal y como reza nuestro lema de este año, nuestra familia es la Iglesia.


jueves, 5 de julio de 2012

Por Isabel Orellana


EQUIPAJE IMPRESCINDIBLE






Cuando llega el verano, todos queremos que sea diferente, inolvidable, cumplir los propósitos que hemos fraguado, aprovechar el tiempo para dedicarlo a esos quehaceres o acciones que no hemos podido llevar a cabo, etc. En medio de todo ello, el ajetreo del equipaje, ¿qué es lo imprescindible?, ¿qué podemos o debemos dejar?, etc.



Pero en este vaivén, cuántas veces se olvida que Dios, que no se va de vacaciones, está ahí presente, a nuestro lado (aunque parezca ocultarse a los ojos de los incrédulos), esperando que le dediquemos alguna mirada, simplemente por amor. Lo que quiero decir es que quizá lo esencial en el equipaje se queda fuera, justamente lo que nunca debería faltar, eso que para todos es gratis ya que hemos sido creados con la potestad de extraer lo mejor de nosotros mismos, lo máximo. De modo que a manera de sugerencia, ahí van sencillas propuestas para que este verano, que se va acercando a su ecuador, sea simplemente maravilloso, porque la felicidad no está en el tener sino en el dar.



-                 Agradecimiento. Ser agradecidos por el don de la vida, por la familia, por todo lo que tenemos a nuestro alcance, incluidas las vacaciones, si es el caso. Pero si no hemos podido emprender ningún viaje, ni dejar un espacio para el merecido descanso, agradezcamos igualmente a Dios la posibilidad de entregar lo que tanto nos agrada y a lo que humanamente tenemos derecho. Pensemos que hay personas que pudiendo disfrutar de vacaciones, deciden ponerlas al servicio de otros en acciones solidarias, voluntariado, etc. Ahí están las misiones pastorales que llevan a cabo los párrocos de zonas turísticas sin concederse un instante de respiro, todo con el fin de asistir, alentar y animar a todos los que se acercan a sus parroquias. Ser agradecidos por la salud. Y aunque ésta no sea boyante, podemos ser testigos para otros por nuestra alegría, por la fortaleza y la conformidad con la situación que nos haya tocado vivir. Las secuelas de lesiones, ciertas enfermedades y circunstancias de limitación cuando se asumen con gallardía y los gestos de fortaleza de quienes las padecen son visibles en lugares públicos (playa o piscina, por ejemplo) pueden tocar hasta el corazón más insensible. Y si alguien es dado a quejarse sin mucha razón, seguro que no olvidará el ejemplo que ha tenido delante.



-                 Atención. En cualquier lugar hay alguien que nos necesita más que el móvil. Puede que se trate de una persona con quien nunca más volveremos a cruzarnos, que tal vez porta en su mirada la herida de la soledad y el miedo. Si fijamos nuestros ojos en el móvil, perderemos la oportunidad de conocerla, de ayudarla, de enriquecernos con su presencia. En la era de la comunicación por antonomasia, no vivamos aislados, no nos separemos de los demás. Demos importancia a lo que verdaderamente la tiene.



-                 Espíritu conciliador. Siempre es tiempo de caridad. Y ésta es próxima. De modo que hay que huir de las discusiones que franquean la entrada al resentimiento. No existe la verdad absoluta. El otro puede tener su parte de razón. Reflexionemos antes de responder con inconvenientes bien sea a nuestros allegados o a otros más lejanos. No dar paso a las críticas mordaces. Y un consejo importante: Olvidarse de programas y lecturas que animan al cotilleo, y que hacen de nosotros personas intransigentes, intolerantes, chismosas. Seamos compasivos.



-                 Generosidad. Ayudemos a todo el que esté a nuestro alrededor combatiendo el egoísmo y la pereza. ¿Hemos agradecido el esfuerzo de las personas que han hecho posible nuestro descanso, que disfrutemos con una sabrosa comida…?, ¿tomamos la delantera para sorprender a quienes nos sorprenden con su generosidad todos los días? Si no es así, ¿a qué esperar?



Y no hay que olvidarse del Evangelio, ni de dedicar al menos unos minutos de oración al día. El silencio como virtud es absolutamente saludable. Hablemos con Dios que Él siempre nos escucha. Termino con un proverbio de Fernando Rielo: “Quien más ama el bien sabe que es poco lo que puede hacer”. Descansen y sean felices.