martes, 14 de diciembre de 2010

Por D. Jose Ignacio Munilla

Queridos hermanos:

El 8 de diciembre de 1965, el día de la Inmaculada, hoy hace cuarenta y cinco años, el Papa Pablo VI clausuró solemnemente el Concilio Vaticano II. Tres años atrás, Juan XXIII lo había inaugurado en la fiesta de la Maternidad de María. Como nos recordaba el Papa Benedicto XVI, el Concilio Vaticano II tuvo lugar entre esas dos fechas marianas: comenzó con la Maternidad de María y concluyó con la Inmaculada Concepción. No se trata de que se hubiese buscado la coincidencia de esas fechas para dotar de un bello marco a aquella asamblea eclesial. Así lo matizaba Benedicto XVI: “En realidad es mucho más que un marco: es una orientación de todo el camino del Concilio Vaticano II. Nos remite, como remitía entonces a los Padres Conciliares, a la imagen de la Virgen que escucha, que vive de la palabra de Dios, que guarda en su corazón las palabras que le vienen de Dios y, uniéndolas como en un mosaico, aprende a comprenderlas (cf. Lc 2, 19. 51); nos remite a la “gran creyente” que, llena de confianza, se pone en las manos de Dios, abandonándose a su voluntad; nos remite a la humilde Madre que, cuando la misión del Hijo lo exige, se aparta; y, al mismo tiempo, a la mujer valiente que, mientras los discípulos huyen, está al pie de la cruz”[1].

En efecto, el mismo Concilio, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium proclama a la Virgen María como “miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia” y “tipo y ejemplar acabadísimo de la Iglesia en la fe y en la caridad” (LG 53). Al tiempo que recoge que la “Madre de Dios y del Redentor” fue “redimida de modo eminente en previsión de los méritos de su Hijo, unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble”. Éste es el Misterio de fe que hoy estamos celebrando llenos de alegría.

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28). Las palabras del Ángel que los cristianos meditamos cada día, al decirlas con la boca y con el corazón en el Ángelus, en el Santo Rosario y en la oración de la mañana o de la noche, contienen y anuncian la santidad de la Virgen María, Inmaculada desde su concepción. La Virgen es toda ella y desde siempre, santa, llena de gracia y de alegría. La alegría y la total santidad de la Virgen María tienen una misma raíz, un mismo origen, un mismo motivo: Dios, el tres veces santo, el sólo santo, el único santo. Es Dios Padre quien “en previsión de los méritos de Dios Hijo la eligió en la persona de Cristo, y la preservó de todo defecto, haciéndola sagrario de Dios Espíritu Santo” (LG 53), “por quien concibió y dio a luz a Jesucristo, que, por su sangre, nos ha obtenido el perdón de los pecados” (cf. Ef. 3,7).

En nuestra Diócesis, al igual que en las Diócesis de Bilbao y de Vitoria, el día de la Inmaculada se celebra también el Día del Seminario. Hoy celebramos esta fiesta con la particularidad de que uno de nuestros seminaristas, Robinson Arredondo, va a ser admitido como candidato para que próximamente reciba los ministerios laicales y pronto ya, las órdenes sagradas. Se trata de un joven de Medellín (Colombia), que se ha incorporado recientemente a nuestra Diócesis, una vez que terminó sus estudios de teología en su país, y que se encuentra entre nosotros, realizando un año de pastoral en la parroquia de Pentecostés de Irún, preparándose para su ordenación sacerdotal.

Los sacerdotes, como dice el Concilio Vaticano II, estamos ordenados a la santidad de vida en la vivencia intensa de nuestro ministerio, como “instrumentos en servicio de todo el Pueblo de Dios” (PO 12), fomentando “la unión con Cristo en todas las circunstancias de la vida” (PO 18). El Día del Seminario, al tiempo que pedimos al Señor, por intercesión de la Virgen Inmaculada, nuevas vocaciones para el ministerio sacerdotal, le damos gracias por los cuatro seminaristas de nuestra Diócesis y le rogamos por todos ellos. Hoy, particularmente rezaremos a Dios por ti, querido Robinson, y le agradeceremos que nos muestre en tu persona la verdad de aquellas otras palabras del Concilio: “El sacerdocio de Cristo, del que los presbíteros han sido hechos realmente partícipes, se dirige necesariamente a todos los pueblos y a todos los tiempos y no está reducido por límite alguno de sangre, nación o edad (…). Recuerden pues los presbíteros que deben llevar atravesada en su corazón la solicitud por todas las Iglesias. Por tanto, los presbíteros de aquellas diócesis que son más ricas en vocaciones, muéstrense de buen grado dispuestos, con permiso o por exhortación de su propio Obispo, a ejercer su ministerio en regiones, misiones u obras que sufren escasez de clero” (PO 10). Que él bendiga abundantemente tu generosidad con el don de la fidelidad y de la alegría que la Virgen María proclama en el Magníficat.

También nosotros queremos cantar con ella, con las palabras del Salmo de la Liturgia de este día, “un cántico nuevo” que anuncie las maravillas que Dios ha hecho en nuestras vidas. ¡Hemos recibido tanto de Él! Todo lo hemos recibido de Él: Porque, ¿qué tenemos que no hayamos recibido? (cf. 1 Cor. 4,7). Dios nos ha llamado en Cristo a la santidad de la que la Virgen María participó plenamente desde su concepción, y nos la ha dado como Madre. Acojámonos bajo su amparo, para que vivamos como hijos suyos la comunión con la Iglesia. Como dice el Concilio, también la Iglesia, al igual que María, es madre, “mediante la Palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y la Iglesia es igualmente virgen, que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, y a imitación de la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad sincera” (LG 64).

La unión entre el misterio de la Iglesia y el misterio de la Virgen María destacada por el Concilio Vaticano II es para todos nosotros, en el 45º aniversario de su clausura un motivo de agradecimiento y una llamada de atención. Un motivo de agradecimiento por el Magisterio de la Iglesia, que se identifica a sí misma con la Virgen Madre, humilde y alegre. En palabras de Benedicto XVI, “María está tan unida al gran misterio de la Iglesia, que ella y la Iglesia son inseparables, como lo son ella y Cristo. María refleja a la Iglesia, la anticipa en su persona y, en medio de todas las turbulencias que afligen a la Iglesia sufriente y doliente, ella sigue siendo siempre la estrella de la salvación”[2].

Junto al agradecimiento, la llamada de atención, para que se evite blandir el Concilio Vaticano II como una bandera, más aún, a veces, como el palo de una bandera, de unos frente a otros. El Concilio Vaticano II no es propiedad de ninguna de las sensibilidades plurales que integran la Iglesia Católica. No puede emplearse para la división, sino para la comunión. Lo contrario sería incurrir en una manipulación de la realidad.

Con motivo del 40º aniversario del Concilio, Benedicto XVI hizo una distinción entre las dos “hermenéuticas” o “claves de interpretación” contrapuestas que han sido utilizadas para la comprensión del Concilio Vaticano II. Por una parte está la llamada hermenéutica de la “ruptura”: Según esta interpretación, el Concilio Vaticano II habría supuesto una ruptura frente a la tradición anterior de la Iglesia. En esta misma línea, quienes sostienen esto, suelen llegar a afirmar que el Magisterio posterior, así como el rumbo pastoral que los papas han marcado en el postconcilio ha supuesto una involución en el progreso de la Iglesia. Según ellos, estaríamos ahora en una etapa de involución… Como es un hecho incuestionable que los textos conciliares no dan margen alguno para sostener tales acusaciones, se han intentado fundamentar en que el “espíritu” del Concilio estaría desligado de su “letra”, llegando mucho más lejos que los “textos escritos”. Pero, es obvio que invocar un “espíritu” del Concilio al margen de su propia “letra”, es caer en un inevitable subjetivismo.

Por el contrario, el Papa habla de que la auténtica hermenéutica desde la que tenemos que entender y recibir el Concilio es la hermenéutica de “reforma”; es decir, el Concilio no supone una ruptura con respecto a la tradición anterior, sino una necesaria reforma, en continuidad con el Magisterio anterior y con el posterior al Concilio Vaticano II.

En este sentido celebramos hoy el 45º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II; sabiendo que, “si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia”[3]. En el Concilio Vaticano II encontramos la base necesaria para la comunión de cuantos conformamos la Iglesia.

Que nuestra Madre la Virgen María, concebida sin pecado, nos guíe en el seguimiento a Cristo, el Señor y nos guarde siempre en su santo servicio.



[1] Benedicto XVI, Homilía en el 40º Aniversario de la Clausura del Concilio Vaticano II, San Pedro en el Vaticano, 8 de diciembre de 2005.

[2] Benedicto XVI, Homilía en el 40º Aniversario de la Clausura del Concilio Vaticano II, San Pedro en el Vaticano, 8 de diciembre de 2005.

[3] Ibid.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Por Isabel Orellana

" Las cosas importantes"

ADMINISTRAR EL SILENCIO

El silencio es una virtud que, como todas las demás, nos enriquece poderosamente. Es sinónimo de prudencia, de discreción, de respeto, de honor…, signo de una innegable delicadeza y atención hacia nuestro prójimo; un rasgo apreciable que en distintos momentos de la vida se agradece porque quien sabe callar a tiempo evita muchos disgustos y desatinos. A veces esta virtud brilla de forma particular porque no es fácil mantener la boca cerrada, por ejemplo, cuando sentimos que podemos estar siendo acusados de algo que no hemos hecho. En estas circunstancias, Santa Teresa de Lisieux, hizo de la huida victoria. No se excusó, no justificó nada, ni alegó razones para mostrar que no era culpable de la acción que se le imputaba. Creo que se comprende lo que debían costarle estos gestos de virtud si recordamos con qué facilidad nos apresuramos a replicar ante hechos de los cuales sí somos responsables.

La persona que sabe custodiar en su corazón lo que otro le ha confiado, es digna de alabanza. Se la estima especialmente por su silencio, su ecuanimidad y capacidad de comprensión. Aunque se vociferen en medios de comunicación las intimidades de cada cual, la inmensa mayoría no está dispuesta a develar a los cuatro vientos las debilidades personales y las de sus seres más cercanos. Cuando debe hablar de sí, elige la vía oportuna, que todos tenemos tenemos a mano.

Indudablemente, son incontables los matices que podrían glosarse acerca del silencio, que hemos de administrar convenientemente por el bien de todos. Pero, dejando sentadas estas breves notas acerca de la virtud, lo que no podemos permitir es que nadie secuestre nuestras ideas, que veten lo más grande que tenemos: nuestra fe. En estos casos, guardar silencio no es una virtud; es, por lo menos, un signo de cobardía y de desidia. Lo he dicho en distintas ocasiones en este blog, y seguiré haciéndolo. Tenemos que saber decir: ¡basta! Y defender con firmeza aquello en lo que creemos. Ante nuestra pasividad se destruye, se pone en solfa y muchos se mofan casi rozando la blasfemia en sus burdos y soeces ataques a la Iglesia. Ya está bien. Si la “creatividad” de una campaña a favor del preservativo, que es otra de las “lindezas” con las que nos hemos levantado estos días, incluye tanto desatino habrá que actuar. Y la forma no es rasgarse las vestiduras entre corrillos y comentarios que se esfuman fácilmente. Habrá que denunciarlo, porque en el fondo este silencio culpable, y por tanto no virtuoso, estará dejando que esa puerta que está abierta dé paso a un torrente de atropellos. Ya tenemos muchos mártires. Los cuerpos de los últimos masacrados por la fe hace unos días en Bagdad nos interpelan. Y la violencia, lo sabemos, engendra violencia. La lengua, como recuerda la carta del Apóstol Santiago (3, 1-12), es un arma de doble filo. De la misma boca, dice, “proceden bendición y maldición”. Bien, pues la publicidad con sus mensajes algunos explícitos y otros subliminares podemos decir metafóricamente que es esa especie de boca con la potencialidad de transmitir valores o de destruirlos. Es un instrumento poderosísimo hoy día porque se despliega con inusitada rapidez en Internet, y desde la que se puede instar a defender la paz y la concordia, o también a sembrar las semillas de la guerra en sus innumerables vertientes, que no sólo son políticas y militares.

Volviendo al ejemplo aludido anteriormente, los artífices de la campaña a favor del SIDA que puesta en marcha en Andalucía han proyectado un dardo pensado en una sociedad débil, enfermiza, en la que todo cuela, sin más. Que no relegue nadie nuestra fe a las catacumbas. En Roma, donde he pasado el mes de noviembre casi en su totalidad trabajando, la historia de los mártires salía a mi encuentro recordándome la bravura de los que no se doblegaron a las ideas que otros quisieron imponerles. Derramaron su sangre con gozo, con paz, con perdón, hablando de una forma incomparable, la mejor, la que más hondamente penetra: con su vida. Pensando en ellos y en las tantas personas que hacen entrega de ella anónimamente día tras día, vienen a mi memoria nuevamente las palabras de Cristo cuando dice que si nosotros callamos, gritarán las piedras (Lc 19, 40). Es hora de romper, esto es, de saber administrar, virtuosamente, el silencio.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Por Marcos Delgado

VIVENCIAS DE UN MISIONERO

Hola a todos

En primer lugar un saludo muy fuerte a todos y gracias por vuestras
noticias que también me alegran y me ponen al corriente de lo que pasa
por España.

En estos momentos me encuentro en Cotonou donde he bajado con la
familia de Elisabeth, la primera joven del internado de Kopargo (hace
12 años de eso), que va a salir policía nacional y queremos estar a su
lado. Para mí es una gran alegría poder ver los frutos de nuestro
esfuerzo y de tanto sacrifico de su parte ya que llegar hasta hoy no
ha sido nada fácil. Se podría escribir todo un libro.

He aprovechado a subir varios videos a Youtube para que vayáis
conociendo más nuestro trabajo.

El primero es la celebración de acogida de mi compañero Jean Eude. Es
una misa donde estuvieron representadas todas las 27 comunidades que
cuenta la parroquia. En él podéis ver la misión y sus gentes así como
los cantos. Pincha aquí:
http://www.youtube.com/user/africasi#p/a/u/0/8xIc41-1Qos

El segundo es la visita a tres de las 27 comunidades. En el video
podréis ver como son los comienzos de una comunidad donde un pequeño
grupo de gente se reúne en la capilla, que no es más que un pequeño
cobertizo de paja, para rezar y escuchar la palabra. Y veréis una
comunidad donde ya han sido capaces de organizarse y participar en la
construcción de una capilla más grande. Pincha aquí:
http://www.youtube.com/user/africasi#p/a/u/2/gPZIe54uHOk

Yaari es una comunidad que inició sus pasos en el mes de Mayo por lo
que apenas lleva cinco meses de vida. Está compuesta por una docena de
adultos de tres etnias diferentes: Otamarí, Lokpa y Peul que no hay
muchos cristianos. Fue precisamente una mujer peul que había estado
casada con un protestante y que había vuelto a casa la que la ha
iniciado. En mi primera visita aparte de los típicos saludos no
faltaron la presentación de todos sus problemas: no tienen pozo, ni
escuela, quieren alguien que les enseñe a leer y escribir en su
lengua….etc. Lo urgente es el pozo y espero poder encontrar la
financiación necesaria para poder realizarlo así como en otros tres
pueblos que también lo necesita. Así que si sabéis de alguien…me lo
decís.
Gbegué es un pueblo que está a 10 km de Bougou pero que hasta ese día
no había podido ir ya que en la época de lluvias no se puede
atravesar un gran arroyo y aún ahora tuve que dar un rodeo y hacer 25
km para ir y no os cuento el estado del camino. La comunidad es de
etnia Yowa, lengua que hablo un poco. La comunidad no va muy allá y no
son muy regulares, no tienen un catequista en el pueblo y es otro que
tiene que venir todos los domingos. En el video veis mucha gente pero
es porque vino mucha gente del pueblo al ser el primer día que íbamos
y nos querían presentar también todos sus problemas empezando por el
dichoso puente que no les dejaría cortados en la estación de lluvias.
Tengo otras tres demandas de puentes en otras tantas comunidades. Veis
el estado del tejado de la capilla que está al descubierto y es que se
había caído con las lluvias y le estaban arreglando pero aún no estaba
acabado.
Kpeteté, es una comunidad de hace 5 años. Hasta ahora se juntaban en
un pequeño cobertizo pero el Obispo Paul Vieira, que algunos conocéis,
encontró financiación para hacerla. Como veis aún no está echado el
suelo ni pintada pero quedará una bella capilla. La comunidad es de
etnia Kabié, originarios del Togo. Aún no tienen una escuela y los
niños que van tienen que hacer todos los días 4 km de ida y vuelta.
Y por último el video más alegre y gracioso. Son las niñas del
internado de las hermanas que todos los domingos en la tarde pasan un
par de horas en la misión con cantos y juegos. La verdad es que es una
verdadera fiesta. Fijaros en sus bailes y sus rostros.

Pincha aquí: http://www.youtube.com/user/africasi#p/a/u/1/8U-EBJV-Aes

Forman parte del grupo de la iglesia, de la infancia misionera MADEB
(Movimiento apostólico de los niños del Benín). Ellos también tienen
que ser misioneros. Después de navidad haremos el encuentro parroquial
y juntaremos 300 ó 400 niños de todas las comunidades. Será una
fiesta.

Los preparativos de la peregrinación al santuario de Bajoude van bien
y ya son más de 150 los inscritos aunque el martes tendremos la lista
definitiva ya que tenemos reunión de catequistas y el miércoles
realizaremos la ruta en coche para ir viendo los pueblos donde
pasaremos la noche. Estoy seguro que será una verdadera fiesta aunque
acabaremos rendidos.

Un abrazo

Por el Autobus

Cómo salir del agujero

(molestando lo menos posible)

No hablo de salir del armario para evitar equívocos; pero es cierto que hay demasiados cristianos voluntariamente escondidos en el ghetto; católicos apocados que ocultan su fe como si se tratara de una neurosis y viven en su gazapera, aconejados, sin atreverse a enseñar la oreja. Les han dicho que la fe es algo íntimo y personal; que han de ser respetuosos incluso con los que no lo son. De acuerdo; pero también el embarazo es íntimo y se luce con orgullo sin el menor recato.

Escribí hace meses que, tal como se están poniendo las cosas, los católicos tenemos obligación de dar la nota. Cuando el silencio se interpreta como aquiescencia, es un deber moral dar la cara, y, sin agredir a nadie, cantar las cuarenta al lucero del alba.

¿Y qué haremos para salir del agujero? ¿Cómo daremos la nota?

Mi amigo Kloster, que es hombre sabio y no tiene pelos en la pluma, me dictó estas sabias recetas que transcribo sin más preámbulos:

• Cuando vayas de turista a una catedral, saluda ante todo al Dueño y Señor de la casa, que vive en la Capilla del Santísimo. No te limites a admirar las vidrieras. No olvides que las iglesias son Sagrarios, no meros edificios de interés cultural.

• No te importe quedar con tus amigos «después de Misa». A lo mejor alguno se anima y queda contigo «antes».

• Limpia y enriquece tu lenguaje. Nada tengo contra el taco como interjección lírica, que, usado con moderación, sosiega el ánimo; pero la mugre sobra. ¿Para qué tantas referencias glandulares, tanta alusión al presunto oficio de la madre de un tercero, tanta basura sexual? No sé si la cara es el espejo del alma (espero que no), pero el idioma sí que lo es.

• Y hablando de lenguaje, no es preciso que digas «Jesús» cada vez que oigas un estornudo, pero habrá que poner de moda algunas viejas y entrañables expresiones: «si Dios quiere», «con la ayuda de Dios», «adiós»… Sustituirán con ventaja al «hasta luego» que todo el mundo profiere aunque se despidan para la eternidad.

• Di a tu novia que se tape el ombligo y sus alrededores; que prefieres mirarla a los ojos, porque es lo único que no envejece. A lo mejor se ruboriza de gusto. Y tú, no es preciso que exhibas por encima del cinturón la etiqueta de tu ropa interior. Esos pantalones, que ya utilizaba Cantinflas hace cincuenta años, francamente, son una horterada.

• Cuando empieces a salir con una «niña supermona» (o con un «niño supermono»), pregúntale qué piensa sobre Dios, la Iglesia, la familia, los hijos… Y no olvides que, en el noviazgo, es más importante conocerse que tocarse.

• Si vas al restaurante un viernes de cuaresma, pide al camarero que te enseñe el menú de vigilia. Si no lo entiende, llama al chef y se lo explicas. Y, antes de comer, bendice la mesa. Si se dan cuenta los vecinos, mejor para ellos.

• Cuando estés de viaje y llegues al hotel en una ciudad desconocida, di en recepción que te informen sobre los horarios de Misas de las iglesias más cercanas. Si son buenos profesionales, harán la gestión sin mover un músculo. Cosas más insólitas les piden cada día.

• Cuando hables de tu novia con tus amigos evita la terminología culinaria o troglodita: Fulanita no «está buena» porque no es objeto de consumo. Te sugeriría dos docenas de expresiones alternativas, pero sonarían un poco antiguas. Seguro que tú mismo sabrás inventar otras. Sé creativo.

• No toleres la blasfemia en tu entorno. Si la atmósfera se pone apestosa, basta con una frase ingeniosa y contundente, como la que empleó mi amiga Natalia hace años: «oye, tío, ¿por qué no insultas a tu padre y dejas al mío en paz? » Natalia tiene una voz aguda y un tanto chillona. A su «amigo» se le atragantó la pepsi.

• Y si el estudio de la tele se convierte en un zoo, en un catre o en un retrete (sin perdón, que así se llama), tira de la cadena y coge un libro. O refúgiate en la 2, donde los animalitos son más limpios y honrados.

• Manda un mail a tu periódico, a tu emisora o a tu columnista favorito sobre todo cuando hacen las cosas bien. Levántales el ánimo, que buena falta hace.

• Utiliza Internet sin miedo y echa la red –es decir, la web– para pescar: participa en los debates, da doctrina, difunde los links cristianos. Forma un grupo de amigos cibernautas y llévales el mensaje de Jesucristo.

• Pero no te olvides de poner un filtro para que no entre en casa la basura cibernética. No se trata sólo de proteger a los niños. Los adultos estamos igual de indefensos porque todos somos corruptibles y capaces de las mayores aberraciones. Si tuvieses siempre sobre la mesa un montón de revistas pornográficas, ¿estás seguro de que nunca les echarías una ojeada?

• ¿Y qué ocurriría si, sobre esa mesa de trabajo, hubiese una imagen de la Virgen? A Luisa, cuando la puso por primera vez en su oficina, se la rompieron. Volvió a poner otra, y la pintarrajearon. La tercera fue sustituida por una foto pornográfica…; pero la guerra no duró mucho. Desde hace más de un año nadie toca su imagen de la Virgen de Guadalupe. Y su amiga Marijose ha puesto otra.

• En tu casa, piso o apartamento también podrías poner un buen cuadro de Santa María. Es fácil encontrar uno que sintonice con tu estilo: los hay para todos los gustos.

• Quítate ese colmillo de gorila que llevas al cuello. Cualquiera diría que se lo arrancaste a una amiga de la infancia. Una medalla-escapulario es mucho más práctica. Ahora muchos chavales se cuelgan el rosario como si fuera un collar. Aprovecha la ocasión para explicarles cómo se usa.

• Visita a tu párroco alguna vez. Necesita sentir el afecto de sus feligreses. Dale ideas, cuéntale el último chiste, fumaos un pitillo juntos (con permiso de la ministra), y escúchale, que a veces está muy solo.

• En el cestillo de la Misa echa papel moneda. La calderilla está bien para las propinas o los parquímetros, pero en la iglesia necesitan algo más que las sobras. Y este mes de junio pon la equis donde tú sabes.

• En verano, llévate a Jesús de vacaciones. Él solía ir también a la montaña y a la playa. Y comía pescado a la brasa al anochecer. Aprende a descansar a su lado, sin huir. No lo mandes a un asilo ni lo abandones en la primera gasolinera.

• Habla de Dios a tus amigos. Hablar de Dios es hablar de uno mismo, de lo que Él ha hecho contigo. Por eso cuesta. Hacer apostolado es quedarse a la intemperie, pero vale la pena.

• Y si es necesario, sal a la calle con una pancarta. Algunas veces los cristianos tenemos que manifestarnos, hacer bulto y gritar fuerte, llenando las avenidas y las plazas de las grandes ciudades. No quemes papeleras ni estropees el mobiliario urbano. Lleva a los viejos y a los niños, que somos gentes de paz y no correrán riesgos.

Una vez leído el largo manifiesto de Kloster, sólo me queda añadir una palabra. No es muy original, pero en este caso sí que parece imprescindible: ¡pásalo!

Por Salvador Gonzalez

Yo tampoco quiero que te quiten, encierren, ni te oculten.

Decía el viejo profesor Tierno Galván que fuera líder del P.S.P. luego absorbido por el P.S.O.E y recordado Alcalde de la Villa de Madrid:”Dios se acordará de los buenos agnósticos” se consideraba además de laico, como digo agnóstico, pero su laicismo (y agnosticismo) estaba dentro del correcto término que el concepto implica, por ello nada anticlerical, tolerante y respetuoso con los que no lo eran. Conviene hacerlo ver, porque hoy se ha desatado una especie de enemistad manifiesta contra la iglesia por algunos sectores que presumen de no se sabe que, da la sensación de que desconocen el alcance del significado de los términos, puestos en evidencia recientemente con la visita del Santo Padre el Papa Benedicto XVI que con ello no hace más que denunciar lo evidente. Este artículo surge como consecuencia de lo acontecido con el cuadro de la Virgen de la Fuensanta en el Colegio Carazony su retirada y el acuerdo del Consejo Escolar de llevarlo a un aula específica, apartándolo de donde era visualizado por una inmensa mayoría, que pienso lo van a echar en falta .Mi pretensión, con toda la humildad, es de poner los puntos sobre las ies de estos conceptos (laicidad y anticlerical) con el fin de que los creyentes tengamos elementos de “defensa” antes estos ataques muchas veces furibundos pero ilógicos y sin contenidos.

El Laicismo es la doctrina o teoría que defiende la total independencia del hombre o la sociedad, y más particularmente del Estado (Poderes Públicos) de toda influencia eclesiástica o religiosa.

Anticlericalismo es el conjunto de ideas, tendencias o actitudes que se caracterizan por la hostilidad al clero, o por lo menos a su intervención en lo temporal, es decir una animosidad contra todo lo que se relaciona con el clero.(el término se difunde en España en el siglo XIX)Se suele designar una serie de aspectos que tiene poco en común desde la crítica a las personas o instituciones religiosas hasta el ataque a la religión y sus símbolos.

Voy a ponerme yo mismo una etiqueta(por hablar de este asunto), antes de que me la ponga el lector, aunque es irremediable que esto suceda .El que escribe adelanta que es creyente, admite que es poco practicante y que su concepción sobre la fe y en general la práctica religiosa la concibe más como un compromiso temporal con los más desfavorecidos y necesitados que con la asistencia y realización de actos de culto externo, aunque reconoce que es seguro que todos lo necesitamos, como forma de enriquecernos espiritualmente, de ahí que es fácilmente comprensible ,sobre todo en época de penurias y dificultades ,que nos aferremos a la religiosidad para superar las dificultades solicitando al Sumo-Hacedor o a sus Mediadores y/ o Mediadoras su intervención para superar tal o cual problemática. Las formas de culto recordemos son de LATRÍA (culto a Dios ) DULIA (A los Santos ) e HIPERDULIA(a la Virgen) utilizadas para establecer esa relación espiritual de cada persona con el más allá, desde el más acá ,esta de hiperdulía muy extendida, sobre todo en Andalucía que es Mariana por excelencia ,bajo distinta advocaciones en cada pueblo o ciudad se venera una determinada imagen como patrona, en el nuestro la Virgen de la Fuensanta( de la fuente santa) es el paradigma por excelencia de la fe popular -y de arraigo en la población, no hay más que haber participado en la última procesión votiva de Octubre para ver el alcance de esta religiosidad popular sencilla, pero clara y enriquecedora, por cierto y he de hacer constar este hecho sobre esta procesión, que es de penitencia, donde se da culto público a la Virgen, que es sufragada por el Ayuntamiento de Coín ,procesión que se denominó de distintas formas una de ella, de los excombatientes, porque todos los coinos de uno u otro bando en la “guerra fratricida incivil” como yo llamo a la contienda del 36, prometieron que acabada ésta y si salían con vida de la misma, irían alumbrando en la primera ocasión que se les presentara, pero en su origen se creó por un acuerdo del cabildo municipal del siglo XVIII como agradecimiento a la patrona la Virgen de la Fuensanta por que la ciudad se libró de un terremoto y sus consecuencias ,pues bien con el advenimiento de la democracia ,se llevó entre los primeros Plenos del Ayuntamiento formado por los grupos políticos: PSA, PSOE, UCD, PP y P.C.E, (como puede observarse todo el espectro político de entonces)si el nuevo Ayuntamiento democrático se posicionaba sobre el acuerdo citado del siglo XVIII y el resultado fue de 19 votos y 2 abstenciones(ningún voto en contra) a favor de que el Ayuntamiento en nombre del pueblo de Coín siguiera siendo el promotor y por tanto el que sufragara los gastos que originase la misma a la Hermandad Ntra Sra de la Fuensanta, por tanto para este culto externo de penitencia y su exposición pública y paseo por las calles de nuestro pueblo los representantes del pueblo, democráticamente elegidos entendíamos que era el sentir cuasi unánime de nuestros conciudadanos/as y creo que este acuerdo al no ser que haya sido modificado, algo que no me consta, debe seguir en vigor ,por eso no se comprende, no se entiende, la postura y el acuerdo tomado(aunque corresponda al ámbito competencial del centro que lo ha tomado),sobre el cuadro de la Virgen de la Fuensanta

Yo aunque estoy más en la línea de lo que dice S.Pablo “hay que orar en espíritu y en verdad”, por ello, más partidario de a “Dios rogando pero con el mazo dando” entre otras cosas porque según El nos dijo, seremos juzgados: por que dimos de comer, dimos de beber ,vestimos al desnudo, visitamos al preso, dimos posada al peregrino,… en una palabra por preocupamos de nuestros hermanos porque si “ no somos capaces de preocuparnos de nuestros hermanos que vemos, como vamos a preocuparnos de Dios que no vemos” pero entiendo que el culto externo es necesario (como procesionar la imagen de la Virgen o su exposición pública para llamar al creyente a su contemplación y que éstos le pidan mercedes por su acción mediadora entre Dios y los hombres :”Madre e aquí a tu hijo ,hijo e aquí a tu madre ”S.Juan 19,26-27)

Por tanto desde esa posición y habiendo puesto al comienzo los dos conceptos, que como puede analizarse, nada tienen en común, sin embargo y ahí viene este artículo, parece que se está llegando en la actualidad desde cierta radicalidad a una especie de igualdad entre ellos y el asunto del cuadro lo confirma. No comprendo cómo se ha desatado una especie de anticlericalismos que identifico con un ultra laicismo confuso, donde parece que todo lo que huela a práctica religiosa y ojo no lo es solamente asistir a actos religiosos ,son sus símbolos(la cruz como referencia fundamental y en este caso el cuadro de la Virgen de la Fuensanta lo ha sido en Coín ) pese a que este símbolo tiene mucho que ver con nuestra cultura andaluza entroncada en la europea ,de manera que algo que es asumido perfectamente por la mayoría del pueblo, hay quienes lo están empezando no sólo a cuestionar, sino que parece que quieren erradicar, eso por un lado y por otro en base a nuestra sociedad democrática ,tolerante y defensora de la libertad religiosa(Art.16.1 de la C.E.), como no puede ser de otra manera, admiten la existencia de otras religiones y con ello otros símbolos que a lo mejor chocan más con lo que es una sociedad abierta y tolerante como puede aceptar perfectamente la cultura cristiana occidental que es la mayoría de lo que impera en Europa ,en cambio algunas de estas religiones que se están introduciendo en Europa, porque los propios ciudadanos venidos de otras latitudes la traen, tienen quizás un marcado sentido de identificar al creyente de ésta como reguladora de toda su vida, tanto como poder espiritual y poder temporal, e intolerante en muchos casos con los no creyentes a su credo, esto es extraño para la mente de un occidental europeo .En la España del Nacional-Catolicismo anterior era algo en ese sentido, por eso a mi entender tenía algo de aberrante por la Confusión entre El Estado y la Iglesia , es bueno esa separación ,ya que cada uno de ellos tiene su campo de acción y no debe inmiscuirse y mucho menos confundirse, pero respetando por parte del poder temporal al espiritual y comprendiendo su alcance ajeno a cualquier forma del terrenal, extrañamente hoy lleva razón el Santo Padre, se está cayendo por algunos en una especie de ataque y o confrontación a todo lo ”que huela a religión y sus símbolos” ,especialmente católico, a pesar de que el artículo 16.3 de nuestra Constitución del 78 dice “Ninguna confesión tendrá carácter estatal .Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Este artículo parece que se les olvida a algunos postuladores de la ultralaicidad del Estado mal entendida en mi opinión y el cuadro de la Virgen de la Fuensanta es la prueba del algodón de lo expresado.

Sin embargo de los tiempos en que se llevaba bajo palio a los políticos del antiguo régimen o el nombramiento incluso de cardenales por parte del poder estatal” nos ha quedado de que todo lo que ”huela a popularidad” aunque suene a religiosidad ,por un lado se crítica despiadadamente y por otro no hay inconveniente en presidir una cofradía con la vara cofrade o tocar la campana del trono como jefe de trono ,etc, aquello de “Paris bien vale una misa” (Enrique III de Navarra luego Enriquez IV de Francia)se hace patente .No sé si esta espiral anticlerical o ultralaicismo mal entendido sigue por el camino que se ha iniciado y estos que así actúan en público y luego no les importa acompañar en Semana Santa presidiendo tal o cual procesión pregunto ¿estará llegando el momento de exigírseles de que hagan profesión de fe a éstos por parte de las cofradías, para que puedan presidir acompañando a las mismas? De igual manera si se empieza a cuestionar en lugares públicos la simbología cristiana –católica si esto continua, también pregunto de nuevo ¿se podrá exigir lo mismo respecto a otras simbologías que tienen que ver con otras religiones(velos ,cruz de David ,etc) Y si es así, ¿no significaría entrar en un auténtica guerra de simbología religiosa? (¿entonces la libertad religiosa ,derecho constitucional, en que quedaría?)

Por eso pido coherencia y respeto a los que tienen en sus manos decisiones importante ,no es admisible que un símbolo que ha presidido o preside desde hace mucho tiempo un lugar ,un escudo, un nombre de ciudad… sea puesto en la picota con la intención de eliminarlo por un falso laicismo ,convirtiéndose en un anticlericalismo virulento que a nada conduce sino a radicalizar posturas, recuérdese, para mí, la desafortunada frase de un antiguo presidente de la República “España ha dejado de ser Católica”(Azaña 1931)innecesaria ,para defender un Estado Laico, no hay que atacar ni erradicar nada, sólo ser respetuoso con el ámbito que cada uno tiene y dejar a la esfera privada de cada cual su decisión de formar parte o no de tal o cual credo sin imposiciones de una u otra parte de nadie.

Termino como en la Santa Misa “vayamos todos en paz”, lo que no implica recomendar a los lectores de que se rearmen antes estos ataques, defiendan sus derechos a ser y ejercer de creyentes, pues ello no tiene nada que ver con ser de centro, progresista o de derecha centralista o nacionalista, absolutamente nada, mal que les pese algunos de querer vender este anticlericalismo como algo relacionado con la modernidad y de eso como hemos visto nada de nada.

Salvador González González

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Por D. Jose Ignacio Munilla

Benedicto, ¡confírmanos en la fe!

El título de este artículo hace referencia a un pasaje del Evangelio de San Lucas, tal vez no muy conocido, en el que Jesús se dirige a Pedro con estas palabras: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás os busca para cribaros como el trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 31-32). En efecto, antes de la triple negación de Pedro, Jesucristo le anuncia que, a pesar de su pecado y de su debilidad, Dios sigue contando con él en sus planes, para llevar adelante la tarea de confirmar en la fe a todos los creyentes. A estas palabras de Cristo se unen aquellas otras más conocidas del Evangelio de San Mateo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16. 18-19).

A diferencia del principio hermenéutico protestante de la libre interpretación de la Biblia o “Sola Escritura”, los católicos recibimos e interpretamos los textos bíblicos en el seno de la Tradición de la Iglesia. El cauce por el que la Revelación de Dios llega hasta nosotros es doble, tal y como enseña el Concilio Vaticano II: la Tradición y la Escritura. La interpretación auténtica de la Revelación es una misión encomendada al Magisterio de la Iglesia, es decir, es decir, al Papa y a los obispos en comunión con él. Es misión suya escuchar, custodiar y explicar fielmente el depósito de la Revelación. En la Iglesia Católica el Papa es el garante de nuestra unidad en la fe; o dicho de otra forma, es quien nos “confirma en la fe”.

Poco nos importa que el Papa se llame Ratzinger, Wojtyla, Luciani o Montini… Acogemos a Benedicto XVI como al sucesor de Pedro, como a la roca que hace visible la piedra angular, que es Cristo, sobre la que se edifica la Iglesia. Si alguien nos preguntase cuál es la función principal de un Papa, el quehacer específico de los sucesores de Pedro, le responderíamos: ¡el oficio de la unidad!

La tarea de conservar la unidad no es fruto de una estrategia humana, sino que responde a la voluntad del mismo Jesucristo, quien una y otra vez, nos pidió que todos sus seguidores fuésemos “uno” (cfr. Jn 17); de forma que la unidad de la Iglesia llegue a ser un signo que ayude a creer a una humanidad dividida y fraccionada.

Por lo tanto, el oficio del Papa no es honorífico, sino que conlleva el ejercicio real de la autoridad para el gobierno de la Iglesia. Somos conscientes de que la autoridad del Papa no es fácilmente comprendida, en un momento en el que, en nuestra cultura occidental, el principio de autoridad padece una crisis generalizada. Gobernar no siempre es sencillo y gozoso, sino que también puede llegar a ser doloroso, porque en nuestra condición humana tenemos una marcada tendencia al individualismo y a la división. Sin embargo, la experiencia nos dice que eliminar la autoridad, paradójicamente, es eliminar la libertad responsable.

El modelo de gobierno de la Iglesia poco tiene que ver con lo que entendemos por “democracia” o por “dictadura”. Es obvio que el Papa no es un representante del pueblo, ni tampoco está por encima de la Iglesia. No cabe entender la Iglesia desde categorías políticas, ya que el rasgo principal que nos define a todos, incluido el Papa, es el “discipulado”. ¡Los mayores en el Reino de los Cielos no son los ministros, sino los santos! El estilo de nuestro discipulado está marcado por aquellas palabras de Jesús a sus apóstoles: “El más importante entre vosotros debe ser como el más pequeño, y el que manda debe ser como el que sirve” (Lc 22, 26).

Traigo a colación una anécdota que escuché recientemente a un jesuita: En una rueda de prensa en la que se anunciaba el cese del P. Kolvenbach como Superior General de la Compañía de Jesús; en el momento del nombramiento de su sucesor, un periodista le preguntó cómo se las iba a arreglar en su nueva situación para obedecer a un superior, cuando anteriormente había tenido tanta autoridad sobre el conjunto de los jesuitas. Su respuesta fue tan sencilla como aleccionadora, sobre lo que es el principio de autoridad en el seno de la Iglesia: “Será muy sencillo para mí, porque yo antes tenía que obedecer a veinte mil, y ahora ya no tendré que obedecer más que a uno”.

¡Nuestra afecto y gratitud al Santo Padre por no ahorrar esfuerzo alguno en su tarea de confirmarnos en la fe, y nuestro ofrecimiento humilde de colaboración para que pueda llevar adelante la tarea que Cristo le encomendó: “Apacienta mis ovejas”! (cfr. Jn 21, 16).

sábado, 6 de noviembre de 2010

Por Julia Navarro

Laicos y católicos

Una de las señas de identidad de los Estados modernos es la línea divisoria que mantienen con cualquier creencia religiosa. A Dios lo que es de Dios y al Estado lo que es del Estado. Naturalmente un Estado moderno y democrático debe de garantizar la libertad de culto, el que cada ciudadano pueda desarrollar sus inquietudes religiosas sin ser perseguido ni estigmatizado. Precisamente por eso, nuestra Constitución declara que España es un Estado «aconfesional», aunque no olvida que la mayoría de los españoles somos católicos y que por tanto las relaciones con la Iglesia católica tienen un cariz especial. Hasta aquí todos nos podemos poner de acuerdo. Lo sorprendente es que en los últimos tiempos está aflorando un laicismo agresivo contra el catolicismo. Sinceramente no entiendo tanta beligerancia que tiene síntomas de obsesión, puesto que hace décadas que la Iglesia no marca la agenda social y política de España. Sí, me dirán, que en asuntos como la legislación sobre el aborto la Iglesia ha organizado manifestaciones y se ha declarado en contra, y la respuesta es que no podía ser de otra manera. A la Iglesia no le gusta la ley del aborto y protesta, de la misma manera que a los sindicatos no les gusta la reforma laboral y también se manifiestan, o los agricultores no están de acuerdo con la política agrícola, o a los empresarios que no les den créditos. Pero de ahí no pasa. Por eso no entiendo ese «movimiento» en contra de la visita del Papa a Barcelona y Santiago de Compostela. Me pregunto qué les importa a los que no son católicos la visita del Papa. Incluso han echado las cuentas de lo que cuesta la visita, algo insólito puesto que hasta ahora no han echado las mismas cuentas cuando nos visita cualquier otro jefe de Estado. Verán, a mí me parece que hay un cierto anticlericalismo militante que está un tanto demodé, que resulta decimonónico precisamente porque vivimos en un país aconfesional donde está perfectamente delimitada la línea entre el Estado y la Iglesia. Pero es que, además, en España hay millones de personas que son católicas, ahí están las encuestas para demostrarlo y, por tanto, no sé por qué esa minoría laica, pero con tintes un poco fanáticos, quiere amargar la visita del Papa a quienes son católicos.
Sin duda, la Iglesia ha cometido grandes errores a los largo de la Historia. Sin duda aún no ha hecho lo suficiente para reparar a las víctimas de los abusos sexuales sufridos a manos de sacerdotes. Sin duda la Iglesia debería de modernizarse. Sin duda, en demasiadas ocasiones, la Iglesia oficial ha estado alineada con regímenes políticos dictatoriales. Pero la Iglesia no es sólo la jerarquía eclesiástica. La Iglesia son los millones de personas que en todo el mundo comparten las mismas creencias. Gente como usted y como yo, gente normal. Iglesia también son las misioneras y misioneros que se juegan la vida atendiendo a quienes nada tienen. Iglesia son tantas y tantas personas que porque creen procuran hacer el bien. ¡Ah! también me parece obvio que no se puede explicar nuestra Historia, la de Occidente, sin la herencia judeo-cristiana, y nuestra sociedad es fruto de esa herencia, por eso me parece estúpido intentar borrarla. Pero a lo que vamos, quienes no son católicos no tienen porque participar de los actos programados para la visita del Papa, pero eso sí, simplemente por respeto democrático a los demás, deberían de permitir que la visita de Benedicto XVI transcurra con tranquilidad. Vamos, digo yo.

Por Isabel Orellana

" Las cosas importantes "

LA VERDADERA LIBERTAD

Apenas faltan unas horas para que comience la visita del Santo Padre a España, y, una vez más, la intolerancia hace acto de presencia. Dos autobuses, uno con consignas a favor de esta visita, y otro en contra de ella denominado “autobús ateo”, recorren la ciudad de Barcelona. El hecho de que circule un “autobús ateo” no es banal exactamente. Es simplemente la muestra de que una parte de la sociedad es proclive al gritería, a la crítica fácil y destructiva. Los colectivos que han impulsado esta forma de protesta, se tildan a sí mismos como “progresistas”. Pero flaco favor hacen a su particular causa al recurrir a estrategias tan lamentables para manifestar su oposición. La connotación que proporciona el Diccionario de la Real Academia Española al adjetivo progresista no ofrece duda: se dice “de una persona, colectividad, etc.”, que tiene “ideas avanzadas”. Y en mi modesta opinión no hay nada más avanzado que abrir las ventanas de par en par a lo que nos rodea siquiera sea para examinarlo sometiéndolo a consideración. Cualquier actitud opuesta a ello es sinónimo de estrechez mental, lo cual no lleva a ninguna parte. Cuando se trata de creencias, simplemente desde el punto de vista cultural es mucho más interesante, enriquecedor y signo de inteligencia conocerlas, que ignorarlas. Ya dice un refrán popular que “el saber no ocupa lugar”.

El Papa, lo sabemos de sobra, es el Vicario de Cristo. Es la cabeza visible de la Iglesia católica; encarna un cúmulo de valores que son todos los que se encierran en el Evangelio. Tiene tras de sí siglos de Tradición y de Magisterio. Y con independencia de la fe que cada cual quiera profesar –incluidos los que ni siquiera reconocen tener fe alguna– es un hecho objetivo, empírico, y, por tanto, innegable que millones de personas en todo el mundo, incluida todavía gran parte de la población española, creemos en él y sabemos bien lo que significa. Unos lo estimamos y otros no; esa es la realidad. Unos nos alegramos inmensamente de que venga a España y otros lo lamentan. Y es justamente este punto el que no comprendo, simplemente porque no hallo argumento sólido que lo justifique. Si retrotraemos la memoria a septiembre de 2007 seguramente muchos recordarán la visita realizada por el Dalai Lama justamente a la Ciudad Condal. Y que se sepa no estuvo acompañada de la clase de consignas que se lanzan ahora contra Benedicto XVI. ¿Por qué? Es interesante preguntárselo. Porque aunque hay mucho sincretismo en la sociedad española, no puede afirmarse que existan cientos de miles de seguidores del lamaísmo en ella. Y si no había tantas personas esperando al Dalai Lama a lo largo y ancho de nuestro país, a diferencia de lo que sucede con el Santo Padre, pero tuvo a sus pies una pléyade de admiradores, y de medios de comunicación “progresistas”, que se hicieron profuso eco de la noticia con expresiones de alabanza, también hay que cuestionarse a qué fue debido. ¿O es que se le recibió con los brazos abiertos por un cierto exotismo?

Para aquellos que lo acogieron de forma entusiasta –lo cual está muy bien– recordaré que el Dalai Lama se entrevistó con el entonces Arzobispo de Barcelona, Mons. Lluís Martínez Sistach. Es un signo fehaciente del respeto mutuo que está anclado en la verdadera libertad, con independencia de culturas y creencias. Una libertad que se manifiesta, entre otros valores, en la cortesía, el buen gusto, y la educación. Si el Dalai Lama recibió en 1989 el Premio Nobel de la Paz fue por su oposición a la violencia, buscando soluciones fundamentadas en la tolerancia y el respeto mutuo. Todo con ello con la finalidad de “preservar la herencia histórica y cultural de su pueblo”. Y aquí es donde quería venir a parar. El respeto es un valor universal. No es necesario compartir una misma fe para ejercitarlo. Mostrar la incomodidad ante algo o alguien de cualquier manera, con una cierta aspereza o grosería en los gestos, lo cual constituye una falta de respeto, no es libertad. No es más libre quien lanza exabruptos y se desahoga mostrando su incontinencia verbal. Eso es dar rienda suelta a las pasiones. La libertad está formada por el amor, dice el pensador español Fernando Rielo. San Agustín manifestó: “Ama y haz lo que quieras”. Y amor, mucho amor, es lo que hay en esta visita del Pontífice como en todas las demás que realiza. No hay rastro alguno de ingratitud, ni ánimo de imposición; en una palabra, no hay por qué temer su presencia. El hecho de que venga a nuestro país es, como afirmaba anteriormente, un motivo de inmensa alegría para los católicos. ¿Por qué ha de incomodarles tanto su presencia a los que no lo son? No me imagino la escena de la visita de un ser querido al seno de una familia cualquiera, mientras que quienes no forman parte de ella se dedican a proferir comentarios inadecuados sembrando la ofensa.

Los creyentes tenemos el modelo para nuestra vida en Cristo. Afortunados somos si mantenemos vivo en nuestro corazón el espíritu contenido en el Evangelio que no es otro que el del amor universal sin condiciones, y del cual se derivan el resto de valores que nos inducen a crecer personal y socialmente. Eso es lo que de verdad nos hace libres.

lunes, 18 de octubre de 2010

Por D. Jose Ignacio Munilla

Santa Cándida María de Jesús: la primera santa guipuzcoana

A partir de hoy, domingo 17 de octubre, el santoral incluye a la primera guipuzcoana que ha llegado a los altares. En total, son cinco los guipuzcoanos canonizados por la Iglesia, cuyas vidas han sido presentadas ante los católicos del mundo entero, para ser veneradas e imitadas: San Ignacio de Loyola (s. XVI), San Martín de la Ascensión (s. XVI), Santo Domingo Ibáñez de Erquicia (s. XVII), San Miguel de Aozaraza (s. XVII) y, a partir de ahora, también Santa Cándida María de Jesús, nacida en 1845 en el caserío de Berrospe, en Andoain.

Santa Cándida María de Jesús, popularmente conocida como la Madre Cándida, es fundadora de las Hijas de Jesús o “Jesuitinas”, una de las numerosas congregaciones religiosas femeninas que surgieron en el siglo XIX, dando respuesta a las carencias y deficiencias existentes en la oferta educativa de aquel momento. Mucho se podría hablar de la gran aportación pedagógica realizada por la vida religiosa en el siglo XIX: normalización del acceso de la mujer a la enseñanza, integración de todas las clases sociales en la misma aula (cuando todavía las clases medias eran minoritarias), sistema de becas para las jóvenes de familias sin recursos, concepción integral de la educación cristiana, etc.

Pero entre todas las fundadoras de órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza en aquel siglo, la Madre Cándida llama especialmente la atención por un detalle: Hasta los 18 años de edad, prácticamente, no hablaba el castellano; e incluso, ¡todavía era analfabeta, cuando a los 24 años de edad, recibió la llamada de Dios para fundar una congregación religiosa dedicada a la educación! ¿Cómo es posible que una joven que no sabía leer ni escribir, pudiera ser elegida para semejante tarea? ¿Nos podemos imaginar la cara que pudo poner su confesor, el jesuita Miguel San José Herranz, al escuchar de labios de la joven semejante “inspiración”? ¿Qué pensaríamos nosotros de alguien que, sin tan siquiera tener el carnet de conducir, nos manifestase que pretende correr en la “Fórmula 1”?... Sin embargo, su director espiritual, conocedor de la “piedra preciosa” que Dios había puesto en sus manos, no la tomó por una fantasiosa, sino que comenzó por pedirle que se liberase dos horas al día de las labores domésticas que realizaba en una casa, para poder enseñarle a leer y a escribir. El propio P. Herranz S.J. tuvo que escuchar no pocos comentarios irónicos: “Pero, hombre, ¡quieres fundar una institución de enseñanza y eliges a una analfabeta!”.

He aquí la lógica de Dios, que ciertamente, no coincide con la nuestra… La santidad necesita de dos piernas para poder “andar”: la humildad y la confianza. “Santo” es aquél que no desea otra cosa que lo que Dios quiera, y en esa perfecta confianza y humildad, se sabe frágil y al mismo tiempo, invencible. Por ello, la Madre Cándida solía repetir con frecuencia: “Sola nada; pero con la gracia de Dios, lo puedo todo”. No es difícil llegar a la conclusión de que este estilo que tiene Dios de hacer las cosas, es una llamada a entender la santidad en la humildad: ¿Es que puede una pluma ufanarse de los versos que su dueño ha escrito con ella?

Llegados a este punto, podríamos seguir relatando cómo llegó a ser una realidad floreciente, aquello que en un primer momento parecía una locura; pero, tal vez, sea preferible retornar a los inicios de su vida, para descubrir así el secreto de esta alma de hierro, tan moldeable como la arcilla misma.

No parece que sea casualidad que las “Jesuitinas” hayan tenido a una guipuzcoana como fundadora: La propia Madre Candida contaba la anécdota de que a sus diez años, cuando pasaba ante la estatua de San Ignacio de Loyola, que sostiene en su mano los Ejercicios Espirituales, solía exclamar: “Santo mío, quiero hacer lo que dice ese libro”.

Quisiera concluir este artículo invitando a reflexionar sobre esa expresión de aquella niña: “¡Santo mío!”… Ciertamente, creo que uno de los dramas de nuestra cultura postmoderna es la carencia de raíces, tradiciones y modelos de referencia, sobre los que edificar los valores de nuestra vida. Sin embargo, cuando conocemos a alguien que consigue ir más lejos que el común de los mortales, nos percatamos de que parte de su secreto está en haberse encaramado sobre los hombros de quienes le han precedido.

Por ello resulta tan importante para todos nosotros la canonización de esta guipuzcoana, ¡nuestra primera santa! Nuestra Iglesia diocesana siente la alegría de haber dado a luz este modelo de santidad, para bien de todo el orbe católico. Pero también sentimos una gran responsabilidad al descubrir que somos herederos de su estela… ¿Quién cogerá su testigo y quién se alzará ahora sobre sus hombros?

lunes, 11 de octubre de 2010

Por Salvador Gonzalez

En tiempo de crisis lo mejor es no hacer mudanza

Me han sugerido que haga algunas reflexiones sobre tema de actualidad para incorporarlas al Blog de la Parroquia, eso haré en la medida de disponibilidad de tiempo e ideas a reflexionar.

Esta primera con un título que no es mío, está sacado de S. Ignacio de Loyola, que como el lector sabrá fue el Fundador Y General de la Compañía Real que Jesús con su nombre distinguió (así comienza el himno de los Jesuitas), es decir, la Compañía de Jesús nacida para servicio de la Iglesia y en concreto del Papa.

Pues bien coincido con él, en esta etapa de crisis en que nos encontramos, y ésta no sólo se vislumbra en lo económico, que quizás sea en lo que más visiblemente se detecta: Aumento excesivo del paro, endeudamiento a todos los niveles, caída de los niveles de bienestar, etc. Sino que también en los valores que siempre han caracterizado a una sociedad sana y con criterios razonables de existencia y funcionalidad, por el contrario hoy se ha adueñado de ella un concepto-idea: El relativismo, de una manera “orquestada y sistemáticamente introducida por superestructuras varias” con un objetivo llevar a ésta a ser fácilmente manipulable hacia los intereses que ellas tienen y a las que de esa manera pretenden que sirvan. Entre ellas por ejemplo, el Poder, para intentar mantenerse como tal, o el Mercado y las Multinacionales, para encontrar consumidores a quien esclavizar con sus productos de consumo.

Este relativismo (que filosóficamente tiene una contradicción interna enorme ya que si todo es relativo, también lo sería esa propia afirmación “de que todo es relativo”, sería como el cártel anuncio que dice “prohibido fijar carteles” con lo que al poner ese cártel se produce la primera vulneración de la información que prohíbe en la práctica, se está poniendo el primer cártel: el de la prohibición), pretende vender que nada hay permanente y estable como valor “que todo es relativo” dependiendo de circunstancias y personas, por lo que valores que siempre se han visto como real y constatado para que la sociedad marchara bien, se han y siguen cuestionado y así por ejemplo el valor de la familia formado por un padre y una madre con su prole tradicionalmente concebida no sólo desde el punto de vista cristiano, que por supuesto, sino desde un punto de vista del derecho natural, hoy parece según este criterio que está siendo introducido como nueva realidad-valor mudable, diversos modelos de familia, así se habla de familia monoparental, heterosexual, homosexual y el modelo sigue abriéndose hacia variables sin-sentidos y podríamos hablar de muchas más realidades que se han relativizado como la que he puesto como ejemplo, es más ese propio derecho natural, que se utilizaba como valor soporte de esas realidades que defender, también ha sido cuestionado y ha saltado por los aires, ejemplo los derechos del nasciturus han sido vulnerados olímpicamente con el aborto libre.

Claro que si analizamos las consecuencias de este relativismo en lo económico por ejemplo, el valor del mercado se ha convertido en la regla que rige la vida del la sociedad, de nuevo un neoliberalismo aparece, que pretende y lo está consiguiendo que prime el dinero como valor y quienes lo utilizan para extender su poder, La Gran Banca o Los Trups empresariales por citar algunos que han hecho doblegar a los gobiernos, haciéndoles cómplices en estas políticas. El Liberalismo económico como teoría no está condenado por la Iglesia, pero su aplicación práctica, su praxis salvaje que lleva a los trabajadores a perder su dignidad como personas y transformarse en mano de obra barata sujeta a las dictaduras de sus contratadores, si lo está, porque para la Iglesia con todos sus defectos ,que los ha tenido y posiblemente los tenga (porque no se olvide está formada y regida por hombres con sus egoísmos, vicios y pecados que todos acarreamos), para ella el hombre y su dignidad está por encima de todo (somos semejantes a Dios), y lo digo no por una mera especulación fruto de una posición personal, sino que ahí están por citar un ejemplo en esta época en que se avecinan pérdidas de derechos en los trabajadores (reforma laboral, aumento años de jubilación…) las encíclicas donde ha salido en defensa de sus derechos: De rerum novarum, Quadragésimo anno, De populorum progresio… donde Papas diversos (León XIII, Júan XXIII..) acometen la defensa de la famosa Justicia Social que la Iglesia ha defendido y defenderá siempre, un poco lo que la J.O.C. (Juventud Obrera Católica) dice: “En pie la Juventud Obrera Jocistas vamos a luchar…..el mundo en ruina nos espera….a luchar por nuestros hermanos en la oficina, la mina o el taller….por la Justicia Social”.

Es decir como conclusión hay que permanecer en los valores tradicionales que siempre se han defendido y no dejarnos llevar por los que tratan de relativizarlos en su beneficio: Volver a la familia como soporte de valores a transmitir, incluso de esa manera la crisis se superara mucho mejor, volver al valor del trabajo como forma de realización digna de la persona, volver a valorar la solidaridad, el ayudar al que lo necesita, volver a defender el derecho a la vida…… porque en definitiva eso es lo que nos sacara del pozo en que estamos, no cambiar lo que no debe ser cambiado. Por tanto no mudemos esos valores y salgamos con fortaleza y sin miedo, venzamos y superemos, lo que viene llamándose “lo políticamente correcto” y en aquellos valores que pretendan cambiarlos, neguémonos a ello y defendamos sin miedo ni vergüenzas, los auténticos valores que son soporte de una vida cristiana correcta y hagamos llegar a la Sociedad cuales son éstos y que no estamos dispuestos a prescindir de ellos, le pese a quien le pese. Amen (Así sea).

Por Isabel Orellana

"Las cosas importantes"

EL VALOR DE UN GESTO

Hace unos días una persona que se disponía a entrar en quirófano acababa de recibir el Sacramento de la Unción. En la recoleta capilla, unos cuántos feligreses postrados ante el Santísimo habían compartido ese íntimo momento. Tras unos instantes de oración, uno de ellos se acercó amablemente llamando por su nombre de pila a la persona desconocida que afrontaría ese instante cuajado de incertidumbre que le aguardaba en el hospital. Poniendo su corazón en las palabras simplemente dijo que oraría por ella con la seguridad de que todo saldría bien. Este gesto de delicadeza, efectuado al pie del Sagrario, era mucho más que un acto de cortesía que nacía de una exquisita sensibilidad. Porque el mensaje que encerraba era nada más y nada menos que la promesa de una invocación al Altísimo, que todo lo puede. Y eso es lo único que anhela una persona de fe, dispuesta a cumplir la voluntad del Padre, particularmente en esos instantes: oración. En ella se encierra toda la esperanza y la fortaleza que precisa. El acreedor de este gesto si duda guardaría para siempre en lo más íntimo de su ser el retazo de ternura que se cruzó en su camino en un momento delicado de su existencia y daría gracias a Dios por ello.

En otro momento y lugar se advierte un impecable folio colocado de forma estratégica y visible. Está dirigido a las muchas personas que podrán leerlo diariamente. Es una invitación formal a sonreír en medio de las dificultades del día a día. Los escenarios diversos que enmarcan la convivencia entre las personas han sido enumerados en el texto con cierta precisión. No falta siquiera el garaje de una vivienda, con su habitual exigencia de equilibrio en el trato humano. Es un acierto. Tener que mover varios vehículos para sacar el propio, encontrarlo fuera de lugar, hallar en él atisbos de rudeza cometidos a la hora de aparcar que lo han dejado señalado, etc., requiere unas altas dosis de paciencia. Es un hecho que no parece proclive al humor. Pero el folio que cualquiera que lo desee se detiene a leer, obstinadamente dice que no se debe sustraer la sonrisa a nadie pase lo que pase. Al lado de esta enriquecedora leyenda, la persona que ha de atender las demandas de los numerosos clientes del establecimiento, no parece tener mucho ánimo para reírse. En un momento dado, alguien al otro lado del mostrador repentinamente se preocupa por su vida y quehacer, se empeña en poner un rasgo de humanidad en la rutina de su trabajo. Y entonces levanta los ojos. Su semblante revela la gratitud y la sorpresa que brota del interior cuando sentimos que lo nuestro importa.

A tenor de lo expuesto, no me resisto a dejar de compartir con ustedes una modesta reflexión. Hay personas que colocan en sus lugares de trabajo leyendas amables que instan al buen trato. Se supone que lo han elegido porque les agrada esa consigna concreta. ¿Para vivirlas ellas en primer lugar?, ¿para que lo hagan otros? Convendría que lo pensaran. Si, como en el ejemplo anterior, se insta a sonreír, y lo que se hace es todo lo contrario, el efecto es devastador al dejar al desnudo la propia debilidad. Todo lo que hacemos, por ínfimo que parezca, tiene sus derivaciones.

Por otro lado, es indudable que la sencillez de un gesto cargado de buenas intenciones es capaz de derribar murallas. Cuando nos cruzamos con personas desconocidas ignoramos las circunstancias que pueden rodearlas. Es una experiencia recíproca porque lo mismo le sucederá a ellas respecto a nosotros. Si hacemos el bien sin pensar en lo que cuesta, quién sabe cuántos sufrimientos y preocupaciones podemos estar paliando. Lo que quiero decir, lo ha sintetizado maravillosamente el Fundador de las Misioneras y Misioneros Identes, Fernando Rielo, en Transfiguraciones: «No te acerques al prójimo con la rutina de siempre. Sorpréndelo. Verás cómo entrega ojos dichosos y, luego, lejos de ti... recitará tu nombre»

domingo, 19 de septiembre de 2010

Por Isabel Orellana

"Las cosas importantes"

UN PONTÍFICE HUMILDE


En distintas ocasiones he traído a este blog a S.S. Benedicto XVI, este gran Pontífice que el Espíritu Santo ha concedido a la Iglesia en estos tiempos difíciles, resaltando algunas de las incontables virtudes que le adornan. Hoy quiero fijarme en un matiz que le atañe. Lo considero de indudable interés, y es algo que muchas veces en la vida puede pasar desapercibido. Vayamos por partes. Observo –y creo que lo ven los demás porque está en la calle– que casi siempre que se habla de él, se le compara con su precedesor, el gran Juan Pablo II. La comparación, aducen, no es posible. El carisma de este último, su innegable capacidad para atraer a las masas, y facilidad de comunicación, entre otras, ni por asomo se vislumbran en el actual Pontífice.

Leo en la prensa algunos comentarios efectuados al hilo de este último viaje a Inglaterra de quienes no pensaban acudir a ninguna de las ceremonias previstas, simplemente porque Benedicto XVI no posee esas dotes. Reparo nuevamente en la fragilidad del juicio humano, de su ceguera y simpleza. El Santo Cura de Ars, que era incapaz de pronunciar ni una sóla palabra cuando se hallaba ante el Santísimo y difícilmente encadenaba un discurso riguroso de esos que encandilan a muchas personas, con sus lágrimas conmovió los cimientos de la Francia de su tiempo. Era un hombre de Dios, sencillo, humilde, penitente, orante. Sus talentos se midieron con esos parámetros; eso es todo y no es poco. Cualquiera no se dispone a entregar su vida como lo hizo él. Al final, resulta que ese hombre austero que pasaba noches enteras en oración ya está “brillando” eternamente junto a los bienaventurados.

Cuando escucho o leo esta comparación a la que se ve sometido el Pontífice con su predecesor, pienso en el significado de ser segundo de a bordo, por así decir. Y entonces todavía se engrandece mucho más ante mis ojos la figura de Benedicto XVI. Parece que desde el punto de vista de la popularidad le ha tocado estar siendo sometido a constante juicio. Cuando camina se examinan sus gestos y cuando habla se miden sus palabras con enfermiza precisión. Pero este Papa humilde, que mostró su amor por Juan Pablo II fehacientemente, camina con paso firme con la libertad de los hijos de Dios. Y si acaso siente algo será tristeza evangélica, cuando ve que las comparaciones conllevan el aire insano de la rivalidad. Los parámetros del mundo sitúan rápidamente a cada persona en un lugar. Humanamente hablando, cuando alguien sigue o sirve a una persona brillante, o acepta humildemente las circunstancias y se entrega generosamente a la tarea por un bien común, aunque el trabajo que realice quede relegado a un cierto ostracismo, o pasa por la vida con la pesadumbre de que nadie lo ha valorado como merecía. Porque el “segundo” de a bordo, si es bueno, es determinante para la buena marcha de una empresa. Sus cualidades habrán sido, en gran medida, las artífices del éxito.

Pero ni siquiera este hecho es atribuible al Papa Benedicto XVI. Un hombre humilde y sencillo, de innegable valentía y fortaleza que tiene su modelo en Cristo. Reconoce las debilidades de la Iglesia y es él quien está asumiendo la delicada tarea de pedir perdón por las graves y dolorosas heridas que muchos sacerdotes y religiosos han infligido a criaturas inocentes. Es fruto de su rigurosidad evangélica, que como tal no está reñida con la ternura y la compasión. No le duelen prendas en apelar a la justicia, si es preciso. Trabaja por la unidad y la reconciliación, persigue el diálogo, utiliza sus talentos intelectuales, tantas veces loados, para difundir la verdad sin ambages. Se pierde la perspectiva de lo bueno que tenemos cerca cuando nos empeñamos en compararlo con algo que consideramos mejor. Cada ser humano tiene sus propios dones y cualidades; simplemente hay que fijarse en ellas. Cada uno de los Pontífices ha tenido sus características. ¿Quién osaría negar las que adornaron a Juan Pablo II, y de las que tanto se ha hablado? Pero no seamos cortos limitándonos a medir las diferencias.

Es triste que quienes se dicen creyentes aleguen que no van a escuchar a este Papa porque no tiene magnetismo. No nos fijemos únicamente en esos aspectos llamativos que también forman parte de las grandes estrellas de la comunicación. La rutilancia de un hombre de Dios reside en estar a los pies de Cristo. Eso lo hizo Juan Pablo II como también lo hace Benedicto XVI. Este Vicario de Cristo, creámoslo, es el que necesitamos en este momento.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Por D. Jose Ignacio Munilla

Virgen de Aránzazu, Madre de la humildad y Reina de la paz

Excelentísimo obispo de Benin, querida Comunidad Franciscana, queridos sacerdotes y religiosos, fieles devotos de nuestra Madre de Aránzazu, queridas autoridades,

Cuando los predicadores nos disponemos a hablar de aquélla a la que invocamos como “Virgen María”, “Nuestra Señora”, “Madre del Cielo”, o, simplemente, “María”, podemos hacerlo desde distintos aspectos de su vida, todos ellos complementarios: su testimonio de fe, su Maternidad divina, la vida familiar en Nazaret, su relación con los Apóstoles y la incipiente Iglesia, su apertura al don del Espíritu Santo, su virginidad y su pureza, su acogida de la Palabra de su Hijo Jesucristo… ¡su humildad!

En efecto, en esta ocasión me quiero centrar en el último aspecto: la humildad. ¡María, modelo de humildad! Con su ayuda y en su presencia, deseamos profundizar en esta virtud, de la que decía San Basilio que era la “virtud total”…

Santo Tomás de Aquino enseñaba que la humildad es la virtud que modera el deseo desordenado de la propia excelencia, dándonos un conocimiento verdadero de nosotros mismos, principalmente ante Dios, pero también ante los hombres. Dicho de otra forma, la humildad es la virtud que nos lleva a partir de la realidad de nuestra vida, abiertos a lo que Dios quiera de nosotros. La Virgen María es aquélla que se sabe creatura de Dios, y al mismo tiempo está plenamente abierta a la obra divina que Dios quiere hacer en Ella, pronunciando su “fiat” libremente: “Que se haga, que se cumpla en mí la voluntad de Dios”. Fijémonos en dos frases suyas, recogidas en el Evangelio: “El Señor ha hecho en mí maravillas” y “Hágase en mí”. En las dos -la primera, referida a su pasado y la segunda, referida a su futuro- aparece la actitud dócil de la Virgen, “receptora” ante la acción del Señor, y totalmente abierta hacia sus planes; y eso es muy significativo. Ella atribuye a Dios el protagonismo absoluto de todo cuanto sucede en su vida. María sabe bien que es Dios quien “obra en nosotros el querer y el obrar según su designio de amor” (Cfr. Flp 2,13).

Tomando a Santa María como modelo, también nosotros estamos llamados a reconocer nuestra condición de creaturas, al mismo tiempo que agradecemos todos los dones y talentos que hemos recibido de Dios. El que se tiene a sí mismo en más o en menos de lo que es, no es perfectamente humilde, porque no tiene un conocimiento verdadero de sí mismo. En realidad, ser humilde a imagen de la Virgen María, es caer en la cuenta de que no somos nada sin la gracia de Dios, y al mismo tiempo, todo lo podemos con la gracia de Cristo.

La figura de María nos da muchas claves para examinar y autentificar la vivencia de la virtud de la humildad en nuestra vida:

1º. Evaluamos la humildad examinando nuestra prontitud para acoger las orientaciones y el consejo: El humilde está abierto al consejo, a las sugerencias, a las exhortaciones, a las correcciones… Su actitud es bien distinta a la del supuesto ideal de hombre “maduro” y “autónomo”, que parece reivindicar: “Yo ya sé lo que me conviene, y no necesito que nadie me aconseje”.

No debemos suponer fácilmente que nosotros estamos lejos de esta tentación, porque al mismo tiempo que nos quejamos de la rebeldía de los hijos, también a los adultos nos sucede con frecuencia, que rechazamos multitud de consejos y enseñanzas que nuestro Padre Dios nos va ofreciendo de muy diversas maneras, a lo largo del camino de nuestra vida…

2º. En segundo lugar, podemos evaluar nuestra humildad examinando nuestra prontitud para el servicio al prójimo; y para el abajamiento, cuando la caridad lo requiera. Tenemos que admirar a Jesús y a María, que –si se me permite la expresión- entraron en la historia “por la puerta de servicio”… Baste recordar aquellas palabras del Evangelio: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a entregar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 45), o aquella imagen de la Virgen María en estado de buena esperanza, que corre presurosa a servir a su prima Isabel, ya mayor y necesitada de cuidados en su sexto mes de embarazo.

Alguien dijo que la humildad es el Amor que está dispuesto a servir abajándose. Con frecuencia nosotros solemos pensar que la felicidad consiste en el simple disfrute, olvidando que la vida no merece la pena ser vivida si no es al servicio de un ideal. Algo de esto parece decirnos Jesús en el Evangelio cuando afirma: “Quien intente ganar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mi la encontrará (Mt 10, 39).

3º. Y en tercer lugar, podemos evaluar nuestra humildad examinando la alegría de nuestro corazón. San Francisco de Sales decía que “un santo triste es un triste santo”. Más bien tendríamos que decir que no hay verdadera santidad, ni verdadera humildad, sin alegría… La humildad nos exige el vencimiento de nuestros malos humores y el dominio de nuestros estados de ánimo tan variables. No es difícil comprobar que allí donde anida el orgullo y la soberbia, son frecuentes las caras largas, las indelicadezas, la tristeza y el corazón amargado…

El secreto de la alegría del humilde está en saber apreciar tantísimos dones de Dios, viviendo en el espíritu del olvido de uno mismo y atento a hacer felices a los demás.

¡He aquí el ideal de la humildad hecho vida en María, que se nos muestra como modelo para todos los que la reconocemos como Madre…! ¡Vamos a procurar aprender de Ella, vamos a parecernos a Ella! ¡Virgen y Madre humilde, alcánzanos esta gracia de Cristo, la gracia de la humildad!

Esta solemnidad de nuestra Madre de Aránzazu, se nos presenta como una ocasión privilegiada para rogar por la paz de nuestro pueblo. María, Madre de humildad, es también Reina de la Paz, como la invocamos en las letanías del Santo Rosario. Por ello, quiero unirme a la oración que tradicionalmente hemos elevado al Señor desde este santuario, y os invito a todos a pedir a Dios con confianza y perseverancia, por intercesión de nuestra Madre de Aránzazu, la paz definitiva para nuestro pueblo.

Acogemos con prudencia el anuncio de tregua emitido por la organización terrorista ETA, mientras que pedimos a Dios que ilumine a todos cuantos están llamados –mejor dicho, estamos llamados- a ser constructores de la paz. Y, sirviendo de altavoz al mensaje de Cristo, exhortamos a que esta tregua sea definitiva e incondicional. Uniéndonos a nuestro pueblo, exigimos a ETA su disolución. El momento actual hace más imperiosa, si cabe, esta llamada. La creciente esperanza de nuestro pueblo por la paz es ya un proceso imparable, y no tienen sentido alguno las resistencias que lo impiden.

La paz no puede ser “utilizada” como un medio, sino que ha de ser “buscada” como un fin. O dicho de otra forma, la paz no puede convertirse en un “instrumento” al servicio de nuestras “estrategias”. Tengamos en cuenta que la vida es un derecho inviolable de cada ser humano, que no depende del momento, ni de las ideologías, ni de estrategia alguna, sino de Dios, autor de la vida; en quien vivimos, nos movemos y existimos.

Por ello, me atrevo a insistir: no habrá posibilidad de paz si no crecemos en humildad. Decía San Francisco de Sales que “la paz nace de la humildad”. Por el contrario, la soberbia es la madre, la causa última de toda violencia.

No cabe duda de que la búsqueda de la justicia es también una condición necesaria para que haya paz. “La paz es obra de la justicia”, nos dice el Profeta Isaías. Pero esta justicia ha de estar impregnada en todo momento de la humildad y de la caridad; ya que la soberbia ahoga toda expresión incipiente de justicia.

Sin duda alguna, la aportación más específica que la Iglesia hace a la causa de la paz es ésta: la llamada a la conversión del corazón de todos y cada uno de nosotros, la llamada a la humildad personal. Sólo si hay humildad pueden darse las restantes condiciones para la paz: arrepentimiento, reparación, paciencia, diálogo, tolerancia… e incluso, la propia justicia.

Concluimos pidiendo a nuestra Madre de Aránzazu, un año más, este don de la PAZ. Lo pedimos con la confianza de que el poder de la oración es infinito. Jesús nos dijo en su Evangelio: “Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Mc 11, 24).

¡Madre de Aránzazu, ayuda a tus hijos, ruega por nosotros!