sábado, 6 de noviembre de 2010

Por Isabel Orellana

" Las cosas importantes "

LA VERDADERA LIBERTAD

Apenas faltan unas horas para que comience la visita del Santo Padre a España, y, una vez más, la intolerancia hace acto de presencia. Dos autobuses, uno con consignas a favor de esta visita, y otro en contra de ella denominado “autobús ateo”, recorren la ciudad de Barcelona. El hecho de que circule un “autobús ateo” no es banal exactamente. Es simplemente la muestra de que una parte de la sociedad es proclive al gritería, a la crítica fácil y destructiva. Los colectivos que han impulsado esta forma de protesta, se tildan a sí mismos como “progresistas”. Pero flaco favor hacen a su particular causa al recurrir a estrategias tan lamentables para manifestar su oposición. La connotación que proporciona el Diccionario de la Real Academia Española al adjetivo progresista no ofrece duda: se dice “de una persona, colectividad, etc.”, que tiene “ideas avanzadas”. Y en mi modesta opinión no hay nada más avanzado que abrir las ventanas de par en par a lo que nos rodea siquiera sea para examinarlo sometiéndolo a consideración. Cualquier actitud opuesta a ello es sinónimo de estrechez mental, lo cual no lleva a ninguna parte. Cuando se trata de creencias, simplemente desde el punto de vista cultural es mucho más interesante, enriquecedor y signo de inteligencia conocerlas, que ignorarlas. Ya dice un refrán popular que “el saber no ocupa lugar”.

El Papa, lo sabemos de sobra, es el Vicario de Cristo. Es la cabeza visible de la Iglesia católica; encarna un cúmulo de valores que son todos los que se encierran en el Evangelio. Tiene tras de sí siglos de Tradición y de Magisterio. Y con independencia de la fe que cada cual quiera profesar –incluidos los que ni siquiera reconocen tener fe alguna– es un hecho objetivo, empírico, y, por tanto, innegable que millones de personas en todo el mundo, incluida todavía gran parte de la población española, creemos en él y sabemos bien lo que significa. Unos lo estimamos y otros no; esa es la realidad. Unos nos alegramos inmensamente de que venga a España y otros lo lamentan. Y es justamente este punto el que no comprendo, simplemente porque no hallo argumento sólido que lo justifique. Si retrotraemos la memoria a septiembre de 2007 seguramente muchos recordarán la visita realizada por el Dalai Lama justamente a la Ciudad Condal. Y que se sepa no estuvo acompañada de la clase de consignas que se lanzan ahora contra Benedicto XVI. ¿Por qué? Es interesante preguntárselo. Porque aunque hay mucho sincretismo en la sociedad española, no puede afirmarse que existan cientos de miles de seguidores del lamaísmo en ella. Y si no había tantas personas esperando al Dalai Lama a lo largo y ancho de nuestro país, a diferencia de lo que sucede con el Santo Padre, pero tuvo a sus pies una pléyade de admiradores, y de medios de comunicación “progresistas”, que se hicieron profuso eco de la noticia con expresiones de alabanza, también hay que cuestionarse a qué fue debido. ¿O es que se le recibió con los brazos abiertos por un cierto exotismo?

Para aquellos que lo acogieron de forma entusiasta –lo cual está muy bien– recordaré que el Dalai Lama se entrevistó con el entonces Arzobispo de Barcelona, Mons. Lluís Martínez Sistach. Es un signo fehaciente del respeto mutuo que está anclado en la verdadera libertad, con independencia de culturas y creencias. Una libertad que se manifiesta, entre otros valores, en la cortesía, el buen gusto, y la educación. Si el Dalai Lama recibió en 1989 el Premio Nobel de la Paz fue por su oposición a la violencia, buscando soluciones fundamentadas en la tolerancia y el respeto mutuo. Todo con ello con la finalidad de “preservar la herencia histórica y cultural de su pueblo”. Y aquí es donde quería venir a parar. El respeto es un valor universal. No es necesario compartir una misma fe para ejercitarlo. Mostrar la incomodidad ante algo o alguien de cualquier manera, con una cierta aspereza o grosería en los gestos, lo cual constituye una falta de respeto, no es libertad. No es más libre quien lanza exabruptos y se desahoga mostrando su incontinencia verbal. Eso es dar rienda suelta a las pasiones. La libertad está formada por el amor, dice el pensador español Fernando Rielo. San Agustín manifestó: “Ama y haz lo que quieras”. Y amor, mucho amor, es lo que hay en esta visita del Pontífice como en todas las demás que realiza. No hay rastro alguno de ingratitud, ni ánimo de imposición; en una palabra, no hay por qué temer su presencia. El hecho de que venga a nuestro país es, como afirmaba anteriormente, un motivo de inmensa alegría para los católicos. ¿Por qué ha de incomodarles tanto su presencia a los que no lo son? No me imagino la escena de la visita de un ser querido al seno de una familia cualquiera, mientras que quienes no forman parte de ella se dedican a proferir comentarios inadecuados sembrando la ofensa.

Los creyentes tenemos el modelo para nuestra vida en Cristo. Afortunados somos si mantenemos vivo en nuestro corazón el espíritu contenido en el Evangelio que no es otro que el del amor universal sin condiciones, y del cual se derivan el resto de valores que nos inducen a crecer personal y socialmente. Eso es lo que de verdad nos hace libres.

No hay comentarios: