sábado, 22 de septiembre de 2012

Por Isabel Orellana


TWITTER Y LA EVANGELIZACIÓN. USOS Y ABUSOS


Que las redes sociales acaparan desde hace un tiempo la atención de millones de personas en el mundo entero es algo más que sabido. La Iglesia conocedora del poderoso alcance que tienen estos medios de comunicación no ha dudado en tomarlos como fecunda herramienta apostólica para la Nueva Evangelización. Y ciertamente son fértiles en la difusión de la Palabra de Dios y ágiles al extremo, ya que cualquier noticia se convierte en dominio público y hasta llega ser trending topic de forma instantánea. Internet continúa siendo ese “prodigio” que ha dado la vuelta por completo a la comunicación en general. Pero la magia de la instantaneidad que circula por la red, a fuerza de precipitarse vertiendo de forma incontenible tal cúmulo de ideas que planean sobre la mente de los usuarios casi al ritmo de la respiración, corre el riesgo de diluirse y no calar en lo más hondo del corazón al modo como lo hace el agua que cae de forma mansa y persistente. Y la Palabra de Dios requiere sosiego, un espacio propio para poder impregnarse de ella, escuchar a ese Dios Trinitario que se dirige individualmente a cada uno de nosotros.

Qué duda cabe que si se trata de seguir en twitter a todos los que de forma esquemática opinan sobre un tema en concreto, por mencionar un ejemplo, y además se hace con un sentido de urgencia que parece que impele a estar de forma acompasada y en estrecho contacto con el potencial lector, los resultados tal vez no sean tan apetecibles como pudieran parecer a priori y de hecho son cuando se hace un uso adecuado de estos medios. Porque son indiscutiblemente valiosos, pero como todo en la vida, lo que excede de una atención que entra dentro del sentido común puede constituir hasta un problema para la salud. A ludopatias diversas se añaden ahora graves problemas derivados del mal uso de las nuevas tecnologías, la presión por estar al día, opinar, responder, examinar si hemos sido leídos, escuchados, narrar lo que acontece casi al instante, etc. No hay más que ver el gesto compulsivo de tantos jóvenes y adultos consultando el móvil del que no se puede prescindir. No es fácil mantenerse a salvo de afanes particulares que persiguen notoriedad, ni de acostumbrarse a exponer a la luz pública cuestiones que deberían afrontarse privadamente. Si alguien comunica su inquietud, estado de ánimo, angustia o dificultad personal sabe bien que al otro lado, en otros lugares, o incluso en pantallas cercanas de ordenadores y móviles siempre habrá alguien que se preocupe, que responda e incluso que rece. Pero el twitter no es sucedáneo de Dios. Él siempre nos escucha y nos responde; conoce lo que está dentro de nuestros corazones y nos recuerda que los que se sientan cansados y fatigados pueden ir a Él y los aliviará. Es formidable poder recurrir a las personas y saber que en ellas podemos tener amparo, pero nunca a costa de dejar en segundo plano a ese Dios del que no deberíamos separar nuestros ojos ni un segundo.

Acabo de concluir un santoral después de muchas jornadas de intensísimo trabajo, y el haber estado imbuida de los afanes de la vida santa más de un año, entre otras cosas, me ha vuelto a recordar que los santos y beatos de todos los tiempos dedicaron un tiempo ilimitado a la oración; de ella extrajeron la fuerza y obtuvieron incontables bendiciones que fueron esparciendo por doquier. Este hecho sobradamente constatado ratifica la idea que he esbozado en este blog.