TWITTER Y LA EVANGELIZACIÓN. USOS Y
ABUSOS
Que las redes sociales acaparan desde hace un tiempo
la atención de millones de personas en el mundo entero es algo más que sabido.
La Iglesia conocedora del poderoso alcance que tienen estos medios de
comunicación no ha dudado en tomarlos como fecunda herramienta apostólica para
la Nueva Evangelización. Y ciertamente son fértiles en la difusión de la
Palabra de Dios y ágiles al extremo, ya que cualquier noticia se convierte en
dominio público y hasta llega ser trending topic de forma
instantánea. Internet continúa siendo ese “prodigio” que ha dado la vuelta por
completo a la comunicación en general. Pero la magia de la instantaneidad que
circula por la red, a fuerza de precipitarse vertiendo de forma incontenible
tal cúmulo de ideas que planean sobre la mente de los usuarios casi al ritmo de
la respiración, corre el riesgo de diluirse y no calar en lo más hondo del
corazón al modo como lo hace el agua que cae de forma mansa y persistente. Y la
Palabra de Dios requiere sosiego, un espacio propio para poder impregnarse de
ella, escuchar a ese Dios Trinitario que se dirige individualmente a cada uno
de nosotros.
Qué duda cabe que si se trata de seguir en twitter a
todos los que de forma esquemática opinan sobre un tema en concreto, por
mencionar un ejemplo, y además se hace con un sentido de urgencia que parece
que impele a estar de forma acompasada y en estrecho contacto con el potencial
lector, los resultados tal vez no sean tan apetecibles como pudieran parecer a
priori y de hecho son cuando se hace un uso adecuado de estos medios. Porque
son indiscutiblemente valiosos, pero como todo en la vida, lo que excede de una
atención que entra dentro del sentido común puede constituir hasta un problema
para la salud. A ludopatias diversas se añaden ahora graves problemas derivados
del mal uso de las nuevas tecnologías, la presión por estar al día, opinar,
responder, examinar si hemos sido leídos, escuchados, narrar lo que acontece
casi al instante, etc. No hay más que ver el gesto compulsivo de tantos jóvenes
y adultos consultando el móvil del que no se puede prescindir. No es fácil
mantenerse a salvo de afanes particulares que persiguen notoriedad, ni de
acostumbrarse a exponer a la luz pública cuestiones que deberían afrontarse
privadamente. Si alguien comunica su inquietud, estado de ánimo, angustia o
dificultad personal sabe bien que al otro lado, en otros lugares, o incluso en
pantallas cercanas de ordenadores y móviles siempre habrá alguien que se
preocupe, que responda e incluso que rece. Pero el twitter no es sucedáneo de
Dios. Él siempre nos escucha y nos responde; conoce lo que está dentro de
nuestros corazones y nos recuerda que los que se sientan cansados y fatigados
pueden ir a Él y los aliviará. Es formidable poder recurrir a las personas y
saber que en ellas podemos tener amparo, pero nunca a costa de dejar en segundo
plano a ese Dios del que no deberíamos separar nuestros ojos ni un segundo.
Acabo de concluir un santoral después de muchas
jornadas de intensísimo trabajo, y el haber estado imbuida de los afanes de la
vida santa más de un año, entre otras cosas, me ha vuelto a recordar que los
santos y beatos de todos los tiempos dedicaron un tiempo ilimitado a la
oración; de ella extrajeron la fuerza y obtuvieron incontables bendiciones que
fueron esparciendo por doquier. Este hecho sobradamente constatado ratifica la
idea que he esbozado en este blog.