jueves, 4 de marzo de 2010

Por Isabel Orellana

"Las cosas importantes"

¡QUE NADIE SE MOLESTE!


A una gran mayoría de ciudadanos el sentido común nos dicta cuando es preciso mostrar la disconformidad ante hechos que rebasan lo que estaríamos dispuestos a tolerar. Ser inconformista dentro de un orden es necesario. Conviene a nuestra salud humana y no digamos espiritual. Si aceptamos lo que se engloba en lo que ha venido en denominarse “políticamente correcto”, o justificamos nuestra desidia para mudar hábitos que nos perjudican a todos los niveles, mal andaríamos. Honestidad y claridad, coherencia y valentía son virtudes que nos impiden acomodarnos en la rutina.

Este asunto está relacionado con la responsabilidad y la libertad y, por supuesto, el respeto. No soy libre, aunque me lo crea, cuando invado la intimidad de otro. En ella se engloban sus creencias y sus increencias, y todo lo demás. Esto lo sabemos de sobra. Sin embargo, parece que es una lección que todavía tenemos que aprender. Y la verdad es que no me imagino a una persona aceptando estoicamente y sin inmutarse juicios negativos sobre algún familiar directo suyo. No creo que actuase de forma pasiva al escuchar antes o a continuación: “espero que no te moleste”, u otra expresión parecida. Negarse a aceptar excusas de tal naturaleza no es de intolerantes, mal educados, o poco caritativos. Muchas veces, y aunque nos duela, en la vida hay que llamar a las cosas por su nombre. Por eso, hay que aplaudir a quienes han tenido el acierto de protestar enérgicamente ante una exposición que tenía lugar en Granada hace unos días, atentatoria contra la fe católica. Han demostrado ese coraje que debería caracterizar a todo hijo de Dios. Es lo que enseña Cristo en el Evangelio: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con que se la salará? Mt 5,13-16».

Comprendo que el autor de esta pretendida y pretenciosa “obra de arte” se sorprenda, con una expresión aparentemente angelical, de que existan personas que han podido sentirse ofendidas. Naturalmente. Es que no era para menos. Habría que ver qué sucedería con otros credos si se hubiesen traspasado las fronteras, no sólo de la estética, sino también del pudor, llevando las ideas creadoras a unos ámbitos como este. Pero, en fin, este asunto de la exposición es un hecho puntual que me ha servido para recordar que siempre hay alguien que cuando invade la libertad de otros, se deja llevar por la tentación de aconsejarles que no se ofendan. Si somos timoratos, lo único que conseguiremos es que el juicio particular campee a sus anchas y esta égida de hedonismo y relativismo nos cubra de barro aún más.

Cuando algo me molesta en el sentido expuesto, y lo manifiesto abiertamente, con educación y respeto, actúo en caridad. Si la omisión es una falta de caridad, ¿no lo es también tolerar lo intolerable?