jueves, 5 de julio de 2012

Por Isabel Orellana


EQUIPAJE IMPRESCINDIBLE






Cuando llega el verano, todos queremos que sea diferente, inolvidable, cumplir los propósitos que hemos fraguado, aprovechar el tiempo para dedicarlo a esos quehaceres o acciones que no hemos podido llevar a cabo, etc. En medio de todo ello, el ajetreo del equipaje, ¿qué es lo imprescindible?, ¿qué podemos o debemos dejar?, etc.



Pero en este vaivén, cuántas veces se olvida que Dios, que no se va de vacaciones, está ahí presente, a nuestro lado (aunque parezca ocultarse a los ojos de los incrédulos), esperando que le dediquemos alguna mirada, simplemente por amor. Lo que quiero decir es que quizá lo esencial en el equipaje se queda fuera, justamente lo que nunca debería faltar, eso que para todos es gratis ya que hemos sido creados con la potestad de extraer lo mejor de nosotros mismos, lo máximo. De modo que a manera de sugerencia, ahí van sencillas propuestas para que este verano, que se va acercando a su ecuador, sea simplemente maravilloso, porque la felicidad no está en el tener sino en el dar.



-                 Agradecimiento. Ser agradecidos por el don de la vida, por la familia, por todo lo que tenemos a nuestro alcance, incluidas las vacaciones, si es el caso. Pero si no hemos podido emprender ningún viaje, ni dejar un espacio para el merecido descanso, agradezcamos igualmente a Dios la posibilidad de entregar lo que tanto nos agrada y a lo que humanamente tenemos derecho. Pensemos que hay personas que pudiendo disfrutar de vacaciones, deciden ponerlas al servicio de otros en acciones solidarias, voluntariado, etc. Ahí están las misiones pastorales que llevan a cabo los párrocos de zonas turísticas sin concederse un instante de respiro, todo con el fin de asistir, alentar y animar a todos los que se acercan a sus parroquias. Ser agradecidos por la salud. Y aunque ésta no sea boyante, podemos ser testigos para otros por nuestra alegría, por la fortaleza y la conformidad con la situación que nos haya tocado vivir. Las secuelas de lesiones, ciertas enfermedades y circunstancias de limitación cuando se asumen con gallardía y los gestos de fortaleza de quienes las padecen son visibles en lugares públicos (playa o piscina, por ejemplo) pueden tocar hasta el corazón más insensible. Y si alguien es dado a quejarse sin mucha razón, seguro que no olvidará el ejemplo que ha tenido delante.



-                 Atención. En cualquier lugar hay alguien que nos necesita más que el móvil. Puede que se trate de una persona con quien nunca más volveremos a cruzarnos, que tal vez porta en su mirada la herida de la soledad y el miedo. Si fijamos nuestros ojos en el móvil, perderemos la oportunidad de conocerla, de ayudarla, de enriquecernos con su presencia. En la era de la comunicación por antonomasia, no vivamos aislados, no nos separemos de los demás. Demos importancia a lo que verdaderamente la tiene.



-                 Espíritu conciliador. Siempre es tiempo de caridad. Y ésta es próxima. De modo que hay que huir de las discusiones que franquean la entrada al resentimiento. No existe la verdad absoluta. El otro puede tener su parte de razón. Reflexionemos antes de responder con inconvenientes bien sea a nuestros allegados o a otros más lejanos. No dar paso a las críticas mordaces. Y un consejo importante: Olvidarse de programas y lecturas que animan al cotilleo, y que hacen de nosotros personas intransigentes, intolerantes, chismosas. Seamos compasivos.



-                 Generosidad. Ayudemos a todo el que esté a nuestro alrededor combatiendo el egoísmo y la pereza. ¿Hemos agradecido el esfuerzo de las personas que han hecho posible nuestro descanso, que disfrutemos con una sabrosa comida…?, ¿tomamos la delantera para sorprender a quienes nos sorprenden con su generosidad todos los días? Si no es así, ¿a qué esperar?



Y no hay que olvidarse del Evangelio, ni de dedicar al menos unos minutos de oración al día. El silencio como virtud es absolutamente saludable. Hablemos con Dios que Él siempre nos escucha. Termino con un proverbio de Fernando Rielo: “Quien más ama el bien sabe que es poco lo que puede hacer”. Descansen y sean felices.

No hay comentarios: