miércoles, 8 de abril de 2009

Por Emilio Saborido

2ª parte


Querida Susana:

Sí, es cierto, la liturgia de hoy siempre ha tenido para mí una gran atracción desde hace años, muchos años. Qué bien narra San Lucas, la situación de ánimos de esos dos discípulos, de los que sólo se sabe el nombre de uno: Cleofás, que desandan, como hombres derrotados, todo el trayecto que habían hecho para festejar la llegada a Jerusalén del Mesías que esperaban.

Yo los veo cabizbajos y con brazos caidos marchando hacia su pueblo: Emaús. Y cuando allí lleguen, ¿qué será de ellos? Pensarían que ahora iban a ser el centro de las burlas de sus paisanos.

¿Pero, cómo es posible que nos haya podido pasar esto a nosotros? Cómo hemos podido fiarnos de alguien, al que nos creimos era el Mesías liberador que esperábamos, y al final no ha pasado de ser un pobre hombre, con muchas fantasías en la cabeza, y que, desde luego, ha sido el hazmerreir de Pilato, los sacerdotes del templo, de todo el pueblo, y que eran muchos, allí congregado y hasta de los que crucificaron junto a él. No sabemos si es que lo han crucificado por eso de lo de vagos y maleantes, o por loco, o a lo mejor, y como decían los sumos sacerdotes, por blasfemo.

De todas formas cuando lleguemos a Emaús alguna explicación habremos de dar a los de allí.

-Pues la explicación habrás de darla tu que eres el que me metistes en todo esto.
-Mira déjate de “royo” que tú ya eres mayorcito para saber lo que hacías.

Y, ¿tú me preguntas que conversación es esta que traemos mientras caminamos..?

Será por este fuerte resplandor que nos dá el sol que se marcha en esta tarde, pero lo cierto es que nuestros ojos no nos han dejado verte forastero. De todas maneras, nos resulta extraño que después de todo lo ocurrido, y que tanto ha dado que hablar, te hagas el nuevo como si nada supieses.

Con la ilusión y fe que nosotros habíamos puesto en que por fin ese tal Jesús el Nazareno era el liberador de Israel… Las mujeres, como se lo creen todo, ahora andan diciendo que esta mañana temprano fueron al sepulcro y no lo encontraron. Llevadas de la fantasía, propias de su sexo, dicen que se les han aparecido unos ángeles y les han dicho que él estaba vivo. Y nosotros, de verdad te decimos, estamos ya hartos de embustes y fantasías. Sólo queremos descansar y aclarar nuestras ideas.

Oye, Cleofás que tontos y que torpes somos, ¿no son las propias escrituras las que de siempre han venido diciendo que el Mesías que esperábamos había de padecer todo lo que ha padecido Jesús el Nazareno? Desde Moisés hasta nuestros días, así lo afirman todas las escrituras a las que tanto creemos y veneramos.

¡Oh, amigo forastero quédate con nosotros! Sí, por favor quédate que ya se ha hecho tarde y te necesitamos. No te separes de nuestro lado pues tú has hecho que nuestros corazones ardan de nuevo en fe, en ilusión y en un amor hacia ese Jesús Nazareno como nunca antes lo habíamos sentido.

Cleofás, ¿ves lo que yo veo? Sólo un hombre como este que hemos creido forastero, es capaz de tomar y partir y compartir así el pan: es Jesús... el Nazareno... ha resucitado... ¡Él es el Mesías que tanto esperábamos!

Que importa que ya sea la noche, vamos a todo correr hacia Jerusalen. Y vamos a comunicar a los once que El vive. Que sí, que es cierto que ha resucitado y está entre nosotros. No necesitamos de ángeles que nos lo diga, pues es verdad El está en Galilea esperándonos.

También yo, querida Susana, puedo decir: El está vivo. Está entre nosotros hoy, aquí...

Hasta pronto,

No hay comentarios: