lunes, 4 de mayo de 2009

Por Emilio Saborido

Querida Susana


Hace ya un poco de tiempo que vengo conociendo a José. Es José, un hombre ya mayor y al que hace años se le murió su esposa. Creo que debe tener unos setenta y bastantes años. Vive sólo. ¡Qué pena es estar sólo! Entrar en su pequeño piso sin que en él haya nadie que le espere, le acompañe, le hable, le dé el afecto y el amor que él pueda recibir y que, igualmente, él necesita dar.



José, pasa prácticamente el día entero en el café bar que se halla aquí enfrente. En el salón que rodea a la barra de este café bar está siempre sentado él sólo.



De un tiempo a esta parte le vengo encontrando, más envejecido, más torpón, con mala cara y con una voz que se le va volviendo más ronca y apagada. Me dice que ha de estar llendo durante bastante días a la residencia sanitaria de Carlos de Haya. Que en este centro le hacen todos los días algo que no entiende él pero que es en su garganta y que esta le quema. No sé yo… pero me está dando que pensar que mi amigo José tiene “algo malo” en su garganta… cualquier día me dá el disgusto y se marcha de esta vida sin tener a su lado a …



Sus períodos de existencia, los cuenta este mi buen amigo, por las fechas, días 30 o días 1, en que ha de ir a la caja de ahorros a cobrar su eximia pensión.



Le ayudaba yo esta mañana a llevarle su vaso de café con leche desde la barra de este bar café, hacia la mesa en que él se sienta a pasar el día. Mirando a la dueña de este establecimiento, exclamó José: ¡este amigo es muy bueno conmigo! La dueña de este bar café, le contestó: “es que es más fácil ser bueno que malo”. “Es mejor portarse bien que mal, cuesta menos esfuerzo” “El mala gente tiene que hacer más esfuerzo y ruido por serlo y además debe ser un amargao”.

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