martes, 2 de junio de 2009

Por Isabel Orellana

" Lo mas importante "

Con sentido común
Breve apunte en torno al embrión y algunos desmanes



Enfrente de mi casa hay un nido de cernícalos, ave protegida en España. Llevo varios años observando el proceso seguido desde la concepción hasta el vuelo final de sus crías. Cuando veo los huevos, sé que hay un ser vivo, y aunque espero que nazcan varias rapaces “falco naumanni” (de la familia de los falcónidos, a la que pertenece la especie), ni los concibo con este nombre –no lo necesito–, ni se me ocurre pensar que cuando rompen el cascarón voy a encontrar algo distinto de lo que espero, que no es otra cosa que nuevos cernícalos. Será porque a este nido, afortunadamente, no ha llegado la mano del hombre para experimentar cruces de aves distintas. Las demás cuestiones le corresponden a los naturalistas.
Bueno, pues resulta que la señora ministra de Igualdad señala que el fruto que vive en el vientre de una madre, a las trece semanas “no es un ser humano”. ¿Qué es, entonces? Si no es humano, que cada uno deje volar su imaginación. Cualquier engendro es posible. Es decir, que cuando esa madre llegue al paritorio, si hiciese caso de esta barbaridad, por denominarlo de algún modo, tendría todas las razones de este mundo para sentir escalofríos. ¿O es que, acaso, se convirtió en “ser humano” por el camino? Tremendo este juicio.
El asunto del estatuto jurídico del embrión humano, que debe ser a lo que se refiere la responsable de la cartera de Igualdad, pero cuya entidad antropológica, legal y ética posiblemente ignora, no niega que el fruto de la concepción sea “un ser humano”. Lo que pasa es que se juega con los conceptos. Para que se entienda: “ser humano” está ligado al concepto de “persona”. Se recuerda que el embrión todavía no tiene autoconciencia, autonomía, trascendencia, capacidad de recordar, libertad, relacionalidad, etc., todas ellas características de la persona. En una palabra, decimos “ser humano” porque tiene esas capacidades. De modo que se zanja el asunto señalando que el preembrión o el embrión es un “individuo” de la especie humana, pero no es una persona.
Obviamente, con la propuesta de determinar el momento desde el que se entiende que existe la vida, lo que realmente se pretende es justificar el aborto. Y en este debate, ya antiguo, hay quienes afirman que aunque la vida de los embriones sea vida biológica humana, no sería vida personal. Esto es, que el embrión todavía no tiene las características anteriormente mencionadas. Las consecuencias que derivan de ello son importantes. Porque si al embrión (al no nacido) no se le reconoce el estatuto de “persona”, no se le pueden reconocer sus derechos, esos derechos que amparan a los seres que hemos nacido. Uno de ellos, precisamente, es el de la vida. Por el contrario, si creemos que un embrión (o un feto) es un “ser humano” desde el principio de su concepción hasta el fin, entonces su eliminación es un asesinato.
Para que veamos hasta dónde se llega con tal de justificar el aborto y cuántas componendas se utilizan. Se reconoce que estamos ante un ser vivo, porque no se puede negar que el embrión reúne las condiciones de la definición de ser vivo: nacer, crecer, reproducirse y morir. Desde luego, estas son propiedades de otros seres. Lo que distingue a unos de otros es la especie. Cada embrión humano pertenecerá a la especie humana; es decir, que será un “ser humano”, no un perro, un gato o cualquier animal. Y como al embrión no se le puede negar que sea un ser vivo, entonces se busca la salida discutiendo su condición de “persona”. Y muchos se preguntan, con sentido común, ¿cómo un individuo humano podría no ser una persona humana? […] Todo ser humano es persona aunque todavía no actúe como tal porque no se han desarrollado sus capacidades (como ocurre en los primeros momentos de la existencia del hombre y de la mujer), o porque las haya perdido (como en un enfermo en coma o en un demente)…”.
De modo que, aunque nuevamente este es otro tema que no puede solventarse en un blog con el rigor y la profundidad debidas, y lo tenemos que dejar aquí, aparte de la tristeza que da pertenecer a una sociedad que no valora la vida, es muy conveniente saber a dónde nos quieren llevar. “Todo lo que se ignora, se desprecia”, advirtió Machado. Que cada cual extraiga sus consecuencias.

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