miércoles, 14 de marzo de 2012

Por Isabel Orellana

DE VACACIONES CON EL EVANGELIO: UN TESTIMONIO EJEMPLAR


Una «semana blanca» da mucho de sí, especialmente para jóvenes que se hallan a bastantes kilómetros de su hogar, con la expectativa de quemar las horas en esa edad pujante de anhelos, ávida de experiencias, con la impaciencia y la urgencia de apurar hasta el último segundo. Lo que menos podrían imaginar muchas personas es que integrantes de este colectivo ansioso de disfrutar de un entorno novedoso, hayan incluido en su equipaje, entre sus variadas pertenencias, el Evangelio. Y eso es lo que ha hecho un grupo de malagueños de dieciséis años, feligreses de la Parroquia de San Gabriel, que en ella reciben formación para recibir el Sacramento de la Confirmación. La semana del 18 al 25 de febrero pasado viajaron a las Islas Afortunadas, acompañados de un grupo de profesores y compañeros de colegio, y todas las noches, como vienen haciendo desde hace dos años, leían el Evangelio manteniendo vivo el espíritu que late en la catequesis.

Son jóvenes de este tiempo, sensibles, respetuosos, aplicados en sus estudios, que llevan adelante con brillantez. Jóvenes que han descubierto la bondad y la riqueza que reportan a su vida diaria las diversas enseñanzas evangélicas con las que poco a poco se van familiarizando. Jóvenes que acompañados por su catequista han aprendido a solventar las contrariedades y conflictos del día a día a través de la lección evangélica correspondiente. Jóvenes que, por un lado comparten semanalmente las debilidades y dificultades que puedan ir experimentando y, por otro, exponen lo que aprenden a través de la lectura del Evangelio y la oración. Reconocen abiertamente la gracia que estas prácticas espirituales comportan para su quehacer cotidiano, algo, afirman, que les ha calado tan hondamente que no pueden vivir sin ejercitarla. Y prueba de ello es que no la han abandonado durante sus vacaciones. Todo un ejemplo, sin duda, para cualquier creyente que tal vez claudica ante la tentación de justificarse con diversas excusas para no destinar unos escasos minutos diarios a conocer la palabra divina, a meditar en ella para llevarla a la vida.

Nuevamente se constata que cualquier joven está potencialmente dispuesto a abrir su corazón a Dios, y le ayudará a hacerlo, junto a su gracia, contar con alguien a su lado que le habla con claridad y rigor, sin temor, sin entretenerlo, sin el prejuicio de pensar que reproducir lo que Cristo dijo en el Evangelio le puede asustar. Nada más lejos de la realidad. Ni siquiera esta época que puede secuestrar el tiempo de tantos modos, simplemente a través de las redes sociales, ha derrocado el latir de estos corazones que transitan por el mundo con el signo de la inocencia evangélica, imbuidos de ese sentimiento espiritual que les ha seducido.

Esta noticia debería convertirse en el «trending topics» de cualquier «twitter» porque ciertamente constituye una especie de milagro hoy día.

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