martes, 15 de diciembre de 2009

Por Isabel Orellana

" Las cosas importantes "

MENSAJES SUBLIMINARES EN TIEMPOS DIFÍCILES


A nadie se le escapa ya que la Iglesia católica está atravesando una época difícil. Al menos en España, las críticas y cortapisas tienen vías distintas. A veces son explícitas y otras están envueltas en el oropel televisivo y cinematográfico. Algunos guionistas, de los que no se pone en duda su brillantez e inteligencia, manejan con maestría unos diálogos dirigidos a capturar la pasividad de un público fervorosamente entregado a la película o a la serie televisiva. Ha sucedido recientemente con la taquillera “Ágora”. Pero como no hay nada nuevo bajo el sol, este ejemplo es simplemente eso: una pequeña muestra en un arte que hace años superó el siglo de vida. Y como no me he propuesto insertar una lista, ni siquiera breve, de films recientes que han puesto en solfa creencias compartidas por millares de personas, lo dejo aquí.

Pero lo cierto es que conviene asomarse a la gran o a la pequeña pantalla pertrechados por una crítica constructiva. No es oro todo lo que reluce. En estos momentos hay varias series televisivas que cuentan con miles de seguidores. La audiencia crece día en día. Dos de las producciones se exhiben en la primera cadena de TVE y se da la circunstancia de que el ideario que subyace en ellas –ideología, si lo prefieren–, es similar. Por no decir que es la misma. ¿Casualidad, coincidencia, o más bien, clara intención de “adoctrinar” al público? Que cada uno lo juzgue. Pero hace unos días, en una de estas exitosas series se tocó el tema de la Primera Comunión de un niño, el hijo de una de las protagonistas. Naturalmente, de forma muy fina, vamos a decir, pero clara y nítida como la luz del día, el guión subrayaba eventuales errores de un pasado en el que la formación religiosa pudo no convencer a todos. El temor al infierno y la afirmación de que podrían ser desterrados a él los niños que no hicieran la Primera Comunión, se mezclaba hábilmente con el valor de la libertad y la autonomía en las decisiones; también con la justicia. Un mundo justo sería ese en el que cada uno pudiese elegir lo que quiere hacer cuando crezca, en ese momento en el que se considera tiene lucidez para tomar ciertas determinaciones. En una palabra, se ensalzaba la inocencia del niño haciendo ver que estaba siendo mal dirigido. Ciertamente habrá sucedido así en muchos casos. Pero no en todos, y ese es el problema de lanzar a los cuatro vientos afirmaciones con vocación de infalibilidad. Es una verdad, pero a medias. Y ya sabemos lo que dice un dicho popular, que no hay mayor mentira que una verdad a medias.

No voy entrar en discusiones bizantinas, que a nada conducen, respecto a la capacidad de un niño para tomar ciertas decisiones. Por experiencia me consta que hay niños que actúan con una madurez y resolución que ya quisieran para sí muchos adultos. Desde sacar adelante a los miembros de la familia ante la imposibilidad o la falta de la madre o del padre, hasta defender con su vida la fe. No hablo de épocas pasadas. Eso está sucediendo también hoy día. No aceptemos mensajes subliminares tan fácilmente, que lo mismo intentan vendernos un coche haciéndonos creer que es el único y el más indicado para nuestra clase de vida, que invitarnos a negar lo que brota de lo más hondo de nuestro corazón. Una cosa es seguir profundizando en las formas más adecuadas de trasladar la fe y otra abandonar al niño, dejarlo en un mundo en el que prima o intenta imponer una visión única en la que fe y los valores encarnados en ella son inexistentes.

Es un error creer que la fe es dañina, retrógrada, que discurre al margen de la realidad. Si por realidad se entiende la defensa de un punto de vista que está vacío de trascendencia, ¿con qué ropaje se cubrirá la vida de una criatura cuando en ella hagan acto de presencia las contingencias de su personal devenir? Y estoy hablando ahora en términos prácticos, eso que tanto se lleva. Pero hay infinitamente mucho más que decir a otro nivel, y tengan por seguro que un niño no tiene dificultad en captarlo, quererlo y amarlo, digan lo que digan los demás.

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