martes, 13 de julio de 2010

Por Isabel Orellana

" Las cosas importantes "

VIDAS TRUNCADAS


El 5 de julio de 2010 pasará a la historia jurídica de nuestro país como una las fechas más aciagas de todos los tiempos en lo que concierne a la vida humana, al imponerse el veto, siempre cruel, a la viabilidad de cientos de miles de seres que nunca verán la luz. No es la primera vez que trato este tema del aborto en el blog. Pero cuando está en juego la supervivencia de tantas criaturas –y que nadie se enzarce inútilmente en debatir la connotación de la palabra criatura, como se ha hecho recientemente, ya que el diccionario de la RAE la define con claridad con la acepción que se le da aquí– no podemos quedarnos de brazos cruzados y actuar pasivamente.

La víspera de la entrada en vigor de la ley española del aborto una de las muchas asociaciones «pro vida» que hay en nuestro país, en Málaga capital abanderó una acción pacífica y enérgica condenando los entresijos que rodean a esta pena de muerte. Lástima que los congregados fueran tan pocos siendo muchos los que la reprueban en la intimidad del hogar o en otros ámbitos privados. Alguien se excusaba diciendo que prefería hacer oración. Pero la oración, con ser una fuerza poderosísima, debe acompañarse en estos casos de la acción. Estamos en una sociedad en la que se airean conductas con aires festivos y carnavalescos que gozan de una privilegiada cobertura en todos los medios de comunicación. Y esta notoriedad obtiene los frutos perseguidos: asumirlas con toda naturalidad.

Si muchos de los que se reconocen partidarios de la vida pasan página y prosiguen con la rutina de siempre, como si no sucediese nada de particular, o bien encogiéndose de hombros en un gesto revelador de la escasa energía que les anima, luego que no se quejen, que no critiquen, que no se limiten a protestar porque adolecen de credibilidad. Y lo peor es que al dejar relegado a la intimidad su amor a la vida desde el primer instante de la concepción, este silencio puede ser interpretado erróneamente ya que de alguna manera pueden ser considerados cómplices de esa ley abortiva. Se les podría acusar de que también ellos, como los que están a favor del aborto, asumen este hecho con naturalidad.

El Dr. Bernard Nathanson, conocido como el «rey del aborto», posteriormente convertido al catolicismo, ejemplifica con su vida lo que quiero decir. Cuando se dio cuenta del horror en el que había estado sumido, no tuvo dudas en confesarse ante el mundo entero. En noviembre de 2002, en el VII Congreso Internacional «Camino a Roma» celebrado en Ávila (España) se presentó de este modo ante un selecto auditorio: «Soy responsable de 75.000 muertes, tienen delante de ustedes a un genocida». Y así, el que seguramente había sido el mayor activista en pro del aborto, dio un testimonio espeluznante de lo que puede hacer la ciencia cuando actúa al margen de la moral, y no se tiene en cuenta que lo que es técnicamente posible muchas veces es moralmente inadmisible. En un «juego» estremecedor, en el que la vida había dejado de ser importante, amasó una inmensa fortuna. Todas las posesiones fundamentadas, como él mismo reconoció, en «una gran mentira. La mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada». Merece la pena conocer su testimonio y proceso de conversión, que también ha atravesado todas las barreras. Fue la tecnología, que al permitir estudiar el ser humano en el vientre materno, le mostró que no era distinto de los que ya hemos nacido. Esa criatura que se estaba gestando: «comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado».

Después de estudiar al feto durante tres o cuatro años, se convirtió en un defensor de la vida: «Cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el tórax, etc. Era muy fuerte... Los pro aborto dijeron que era un montaje. Les he animado siempre a que, si piensan así, hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería […]. A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer. Pero una persona no puede elegir quitar la vida a otra. No es posible hablar del derecho a elegir, porque se trata del mandamiento, ¡no matarás!».

Les invito a que visionen, si tienen ocasión y todavía no lo han hecho, una de las películas grabadas por Nathanson, El grito silencioso. http://tu.tv/videos/el-grito-silencioso. Son treinta estremecedores minutos ante los cuales no hay nada más que añadir.

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