lunes, 4 de enero de 2010

Por Jose Luis Arranaz

CARTA ABIERTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar: Siempre me hizo una gran ilusión escribiros mi carta por estas fechas. Y aunque ya peino canas, no he dejado ningún año de dirigirme a vosotros en demanda de algún deseo que, dicho sea en honor a la verdad, unas veces me habeis podido otorgar y otras no, aunque nunca me he sentido defraudado por vuestros obsequios.
A lo largo de mi ya dilatada existencia, me disteis, con la ayuda de Dios, muchas cosas buenas con cuyo recuerdo aún me recreo y que sería imposible enumerar aquí. En realidad, toda mi vida fue un continuo regalo de Reyes.
¿Qué más se puede pedir?
Y, sin embargo, permitidme que insista una vez más, como todos los años, en algo que nunca me cansaré de pediros en mi carta: PAZ.
En el pregón que se lee en las iglesias en la Misa del Gallo hay un verso que textualmente dice: ...Y estando el mundo en paz...
¿Es posible, queridos Magos, que sólo en aquel venturoso día del nacimiento de Cristo hubiese paz en todo el mundo? ¿No nos hemos ganado a base de sufrimientos, de dolor, de lágrimas, de esperanza, de desesperación o de tristezas, la posibilidad de al menos un solo día más de paz en el mundo? ¿O de un año entero de paz? ¿Tan malos hemos sido los humanos que sólo nos merecemos continuamente el carbón de la tragedia y la desdicha?
Permitidme pues, Majestades, que insista un año más en mi petición; dadnos:
PAZ en nuestros corazones, para que de ella irradie esa paz al resto del mundo.
PAZ en el mundo para que sintiéndonos iguales todos los seres humanos, podamos trabajar en defensa del bien común sin distinción de credos ni de razas.
PAZ en los países empobrecidos por las guerras fratricidas, para que sus dirigentes y sus habitantes se den cuenta de que es mejor para todos vivir en armonía y en amor, la única manera real de prosperar.
PAZ en los ojos de los niños, para que no se vean obligados a contemplar tanta podredumbre como les rodea y de la que desgraciadamente aprenden cuanto no deberían aprender.
PAZ en las conductas de los padres, para que entiendan de una vez por todas que son ellos con su ejemplo y su forma de vida los que tienen que mostrar el buen camino a sus hijos, alejando de ellos la incomprensión, el odio, la venganza, el pasotismo y otros males.
PAZ en las mentes de los maltratadores para que vuelvan su corazón al amor compartido.
PAZ en la vida de los drogadictos, para que comprendan que el camino elegido solo les lleva a la perdición física y a la muerte.
PAZ en los corazones de los gobernantes del mundo, para que se den cuenta de que no es haciendo la guerra y marcando el camino del odio como tienen que escribir su paso por las páginas de la historia.
PAZ en los corazones de los terroristas, para que entiendan que el mejor camino para sus fines no es el atentar indiscriminadamente contra vidas ajenas, que ninguna culpa tienen de su particular y triste visión de la vida.
PAZ de manos abiertas y extendidas hacia los demás.
PAZ de amor, del amor que nos enseña a querer a Dios sobre todas las cosas, a confiar plenamente en El, Alfa y Omega de nuestra existencia, y de querer a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Queridos Reyes Magos: no veáis en esta carta una exigencia demasiado dura de cumplir. La inmensa mayoría del mundo quiere toda esa paz; son los menos los que buscan la confrontación que nos toca sufrir a los demás. ¿No podeis, por favor, tocar siquiera un poquito en sus corazones? Intentadlo al menos, una vez más.
Gracias y un abrazo.

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